De interés público
Emilio Cárdenas Escobosa
El artero crimen de la corresponsal del
semanario Proceso dio paso a una oleada de indignación y de reclamo en
Veracruz, en el país e incluso en el extranjero, que ha puesto contra la pared
al gobierno estatal.
La presión de los directivos de la
revista, de organizaciones internacionales y nacionales de periodistas, de
defensa de los derechos humanos, de académicos, investigadores, columnistas y
periodistas nacionales y locales, de múltiples voces que se han alzado por la
voz de una reportera que fue violentamente acallada, configuran un reto
mayúsculo para la administración de Javier Duarte de Ochoa.
Apostar al olvido o a la fabricación de
culpables será muy difícil, cuando no imposible.
Con Regina suman cinco los periodistas
que han sido privados de la vida en nuestro estado durante el gobierno del
cordobés. Y hasta ahora no se ha dado con el paradero de los asesinos de
ninguno de los comunicadores victimados. No se ha hecho justicia y la impunidad
ha sido la norma.
La coadyuvancia de la Procuraduría
General de la República en las indagatorias puede quizá agilizar las pesquisas.
Ojalá así ocurra y tengamos resultados concretos y, lo más importante, creíbles.
Toda muerte duele, pero la de una
reportera en toda la extensión de la palabra, de una mujer como Regina, seria,
profesional, honesta e incorruptible, que supo ganarse el respeto y la
admiración de quienes la conocimos, duele más.
Como duele e indigna que la información
de su asesinato merezca mayor atención en medios nacionales y extranjeros que
en la prensa local. Baste ver como la gran mayoría de medios impresos de la
entidad relegaron la nota a sus secciones policiacas y es evidente que les urge
sacar el tema de sus ediciones o concretarse a reproducir boletines de prensa.
Y los apuros de sus dueños, como de los editores de medios, columnistas o
redactores a sueldo, obedecen, a no dudarlo, a la presión de la oficina de
comunicación social del gobierno estatal.
No obstante, este enésimo hecho violento
hizo añicos el espejo que quisieron construir con la publicidad oficial. Si
creían que la versión del Veracruz seguro ya estaba instalada en el imaginario
colectivo hoy pueden ver la inutilidad de lo gastado. En la prensa nacional e
internacional, en la televisión, en los programas de radio, en portales de
internet, en las redes sociales, y lo peor para ellos, en la conversación
cotidiana, en los hogares, en las escuelas, en las plazas y en las propias
oficinas burocráticas, la condena hacia la situación de inseguridad y las
declaraciones gubernamentales que la niegan, son notables.
La magnitud del crimen de Regina Martínez
como la prevalencia de la violencia, las ejecuciones, los secuestros, las extorsiones
y el clima de incertidumbre y miedo en el que se vive, pese a los aparatosos
operativos de vigilancia de las fuerzas armadas o policiales, ya son
inocultables. Pueden, desde luego, pretender seguir instalados en el aquí no
pasa nada, pero la crisis de credibilidad que enfrentan es enorme.
Ahora el gran problema que tienen es que
asesinaron a una querida y respetada periodista, corresponsal del semanario de
investigación más prestigiada e influyente de México, la revista Proceso. La
indignación de sus directivos, con el legendario periodista Julio Scherer al
frente, pone cuesta arriba la posibilidad de que este caso quede en el olvido.
Ya adelantaron su posición en un editorial en su página web luego de reunirse
con el gobernador Duarte al día siguiente del asesinato: no les creemos.
Habrá que esperar detalles trascendentes
del caso en las próximas ediciones de Proceso y desde luego que sería inaudito
que algún oficioso quiera quedar bien con el mandatario estatal incautando los
ejemplares en los puestos de periódicos, como lo han hecho ya en un par de
ocasiones al menos, cuando en la revista se publicaron reportajes incómodos al
gobierno o a personajes políticos de dudosa reputación.
Que la presión del semanario, de la
prensa libre, de voces independientes, de analistas y formadores de opinión, de
todas y todos quienes no se conforman con el deplorable estado de cosas en
nuestro estado y con la irracional violencia que hace del periodismo el oficio
más peligroso, sirvan para que se haga justicia en este proditorio crimen y en
todos los casos que han enlutado hogares de comunicadores y de ciudadanos
veracruzanos.
Como la buena reportera que fue, la
acuciosa investigadora que conocimos y admiramos, Regina no descansaría hasta
revelarnos detalles de lo sucedido, del curso de las indagatorias, de las
contradicciones o silencios de las autoridades, de las inconsistencias del
trabajo ministerial. Ella ya no podrá hacerlo. Para honrar su memoria es lo
menos que la prensa veracruzana puede y debe hacer.
La actuación del gobierno de Veracruz en
este caso está bajo la lupa. Con Proceso se han topado.
Que tu muerte no quede impune, querida
Regina.
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