martes, 18 de marzo de 2014

La sombra de Érick Lagos

Hora libre
Álvaro Belin Andrade
 
Alvaro Belin
Varios colegas han comentado recientemente sobre la vena literaria del secretario de Gobierno, Érick Lagos Hernández, quien aprovecharía sus minutos de solaz para elaborar artículos que ven su publicación en varios medios de comunicación.
Lo han hecho no sin cierta sorna, cuando no han destrozado la prosa ineficaz para abordar temas que tampoco son de interés para los lectores, sobre todo si consideramos sus funciones en el aparato gubernamental.
Pero quién puede quitarle el deseo de crear opinión, conociendo el mismo impulso (aunque con diferente tamaño) de su padrino político, el exgobernador Fidel Herrera Beltrán, que sigue siendo ‘articulista invitado’ de varios medios y portales, y cuando uno de sus férreos contrincantes por la candidatura al Gobierno del Estado, el senador Héctor Yunes Landa, se viste de analista y juega al periodismo.
Erick Lagos
El problema de Érick Lagos (si bien no podemos atribuir muchas luces a los textos yuneslandistas) es que quienes lo conocen saben que el oriundo de Isla no escribe ni en defensa propia.
¿De quiénes son, entonces, los dedos que tunden las teclas para elaborar los textos que firma uno de los herederos de la fidelidad? ¿Quién engaña al secretario de Gobierno sobre falsas aptitudes de escritor, con las que acaso quiere justificar el cobro de fuertes sumas de dinero con cargo al erario? Eso no ha sido desvelado por los colegas.  
Si los textos que aparecen periódicamente bajo su firma en los medios no pueden ser reconocidos ya no digamos por su calidad literaria sino ni siquiera por su respeto a una estructura lógica, una buena sintaxis y una ortografía decorosa, en cambio quien está detrás de ellos puede ser incluido como personaje de un relato de literatura negra de la política.
El amanuense de Lagos, periodista frustrado
Mario Daniel Badillo González, coatepecano, no es un experto en periodismo. No ha destacado jamás por sus luces en el arte de la escritura, pero en los últimos 20 años ha logrado colarse en los puestos más apetecibles del gobierno veracruzano sin apenas justificar su presencia ni el cobro de jugosos salarios.
Convencido de que como periodista iba a morirse de hambre por falta de una pluma medianamente convincente, Badillo González se acercó al entonces secretario particular del gobernador Miguel Alemán Velazco, Roberto López Delfín, para solicitarle una beca de estudios en España para hacer estudios de posgrado. Pasó dos o tres años en la Madre Patria a coste del erario veracruzano y, a su regreso, quiso agradecer el gesto del alemanista; ofreció los conocimientos recién adquiridos aunque, claro, a cambio de un puesto de trabajo. Pronto demostró su ineptitud pero fue mantenido en el escritorio que ya había abrazado con pasión del más oscuro burócrata.
Tal vez por eso, el último artículo firmado por Erick Lagos, publicado el miércoles de esta semana, es una desmedida loa a las reformas políticas impulsadas durante el gobierno de Miguel Alemán quien, por cierto, hizo todo lo posible porque no llegara Fidel Herrera Beltrán a la candidatura para sucederlo.
Lagos (o su otro yo) hace un paralelismo entre las leyes propuestas para el reconocimiento del plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular en la reforma a la constitución local, en 2000, con la Ley Federal de Consulta Popular, aprobada ayer por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.
La carrera burocrática de Mario Daniel
Una vez que el Tío Fide fue designado candidato, Mario Daniel Badillo González corrió a ofrecerle sus servicios para la campaña, durante la cual nunca se despegó de la esposa del entonces candidato, Rosa Borunda, con la que granjeó una benéfica cercanía.
Una vez ganada la contienda, el coatepecano se fue al DIF. A los pocos meses, por influencias de la señora, fue nombrado nada menos que Director General de Control y Evaluación en la Contraloría General, con Susana Torres Hernández y, aún después de que esta renunciara, nuestro personaje se mantuvo unos meses en la gestión de Clara Luz Prieto Villegas, quien debió pedir su salida ante los graves conflictos que su ineficacia e ignorancia provocó, alentado por el supuesto apoyo que le brindaba el número uno.
Cualquiera hubiera dicho que en ese trance se opacaría la ya debilitada luz de su estrella. Nada que ver. Se fue de gerente del Hotel Xalapa, antes de asumir, casi al final del sexenio de Fidel la titularidad de la oficina de Atención a Migrantes donde hizo un negocio redondo.
Inventó el éxodo de cientos de paisanos que vivían momentos duros en Ciudad Juárez, Chihuahua, asolada por el crimen organizado; los trasladó en avión a Veracruz, con la oferta de empleo y vivienda, les ayudó con la mudanza, hizo que sacaran sus nuevas credenciales de elector y luego los anduvo llevando de un lado para otro hasta que vinieron las elecciones y los convirtió en turistas electorales.
Los famosos ‘juarochos’, que habían perdido en Chihuahua empleos, negocios y seguridad, fueron abandonados después sin que se cumplieran las promesas. Sin embargo, nuestro personaje, el amanuense de Erick Lagos Hernández, sí que obtuvo pingües ganancias con este programa, lo que le hizo olvidar sus años mozos en que la perspectiva de ser periodista lo hacía ver en una situación difícil por su nula capacidad para escribir dos párrafos seguidos.
Cuando entró el gobernador Javier Duarte de Ochoa, Badillo González vio la oportunidad en la Secretaría de Educación, al lado de su paisano Adolfo Mota Hernández. Muy pronto habría de mostrar su insana ambición: trató de convencer a Mota de que él tenía todas las de ganar la alcaldía de Coatepec, donde el titular de la SEV tendría un aliado. Pero una encuesta mandada a hacer por Mota Hernández mostró que a Badillo absolutamente nadie lo conocía. Eso y su ineficacia hizo que Mota se lo quitara de encima.
¿A dónde va a parar? A la secretaría de Gobierno, como asesor de Erick Lagos Hernández, a quien convence de que su pluma lo hará famoso e influyente en los medios de comunicación. Esa es la historia de los artículos del señor secretario.