Sin tacto
Por Sergio González Levet
Diputada Cinthya Lobato Calderón |
Dentro del ejercicio de la política,
hay un elemento que nos está haciendo mucha falta en estos tiempos
en que padecemos las consecuencias de una corrupción galopante, ésa
que desembocó en los excesos de Javier Duarte hoy tan frugal desde
su modesta celda y su chocarrera huelga de hambre; esa misma que
destrozó para los veracruzanos la expectativa de poseer un estado
rico, poderoso y feliz.
Ese elemento será la clave para que
Veracruz enrumbe por el camino adecuado y podamos emprender la
solución de nuestra conflictiva problemática.
Es un elemento que está aportando de
manera importante y notoria la diputada local Cinthya Lobato
Calderón… tal vez como una moderna versión de don Quijote, o como
la voz de aquel que clama en el desierto.
Ese elemento, es la decencia.
Al verla trabajar diligentemente, al
escuchar sus denuncias públicas en contra de los excesos de
funcionarios y representantes populares, al palpar el apoyo que ha
estado dando a personas y grupos vulnerables, tenemos una muestra de
que es posible hacer política de una manera digna, honorable,
eficiente.
De que en el sector público aún se
pueden hacer las cosas bien, de manera que “no sean necesarios más
héroes ni más milagros, para adecentar el lugar”, como dice Joan
Manuel Serrat (el cantante del pueblo catalán, hoy agobiado por el
golpe feroz del fanatismo salvaje, un golpe seco que hizo estremecer
sus almas, pero del que han resurgido con la fuerza necesaria para
enfrentar al terrorismo, a esta otra violencia inexplicable).
Y precisamente “para adecentar el
lugar”, Cinthya está poniendo la muestra desde una posición que
podría ser muy placentera (e inútil), desde las entrañas del grupo
legislativo en el poder. Como diputada de Acción Nacional, el
partido al que pertenece el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares,
bien pudo adoptar la cómoda costumbre de justificar todos los actos
del Gobierno estatal y todas las malas acciones de los diputados de
la fracción mayoritaria.
Pero Cinthya trae en su sangre, en su
ADN, la decencia... y la valentía. Por eso se atreve a decirle por
su nombre a los problemas, y a señalar a quienes se apartan del
camino correcto de la gobernanza.
Por eso se ha convertido en una piedra
en el zapato de quienes no trabajan con rectitud, de quienes no están
cumpliendo su misión histórica en la cruzada para rescatar a
Veracruz de la peor tragedia económica y social de nuestra historia.
No es extraño que sea una mujer la
que esté levantando la voz y poniendo el ejemplo. No es raro porque
esa mitad (más un poquito) emergente de la humanidad está poblada
de personas que son más honestas que sus contrapartes, más
inteligentes, más dispuestas a hacer el bien, y a hacerlo bien.
La actuación de Cinthya como diputada
ha sido una brisa refrescante en medio del desierto de la insensatez.
Su voz, quemadura (su voz quema dura, su voz qué madura), señala,
condena y exhibe desde la que debiera ser -y a veces es- la más alta
tribuna de Veracruz.
Personas como Cinthya, con ese alto
sentido social, su sentido de justicia y su honradez, reabren la
esperanza de que la política puede volver a ser el arte de hacer el
bien a todos, y no la podredumbre en que la han convertido los
ávidos, los sin moral.
Esa valentía, hay que reconocerla y
aplaudirla, porque luego se nos olvida.
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