Ramón Alberto Reyes Viveros
Durante un par de siglos, se especuló que la política era una suerte de lealtades y que las herencias se podían dar en torno a pertenecer a un grupo político, donde algunos obtenían la silla sucesoria del poder y a otros se les delegaba la estatura de líder moral del movimiento al que sirvieron.
Nació así, en medio de estas estrechas elucubraciones la figura de Nicolás Maquiavelo, diplomático, funcionario, filósofo y político italiano, considerado el padre de la ciencia política y figura relevante del Renacimiento; escritor de un tratado doctrinario titulado: “El Príncipe”, que junto con “Fouché, el genio tenebroso” de Stefan Zweig, se mantienen vigentes hasta nuestros días y son libros de cabecera de muchos aspirantes a “consiglieres” de las mafias políticas veracruzanas modernas.
Mafias que emancipadas en torno a una figura relevante que luchó durante más de veinte años para llegar a la Presidencia de México, y que en su arrastre popular llevó a estos serviles personajes entre sus enaguas a puestos de poder jamás imaginados en sus tristes infancias.
Si estos personajes alguna vez lo hubiesen relatado como una meta de vida, habría sido acallado este relato por una bofetada de sus padres o abuelos, mirando en ellos la desfachatez de un mozalbete que inventa relatos cual molinos de viento entre las páginas del Quijote de Cervantes, para perder el tiempo en una especie de esquizofrenia política infantil que no se debía tolerar, so riesgo de perder la poca cordura que entre la holgazanería y la vagancia les restaba.
Hago esta remembranza porque la noche de este lunes 12 de diciembre de 2022, a unos 45 minutos de terminar el día, me fue consultada por un siempre bien ponderado amigo columnista nacional mi humilde opinión sobre la declaración del Señor Gobernador de Veracruz, en referencia a que (sic.) “él podría al término de su mandato, tomar la estafeta que está dejando el presidente Andrés Manuel López Obrador, al retirarse de la vida pública”.
Le respondí con los primeros tres párrafos de esta pequeña remembranza histórica, y continué con la siguiente reflexión que dejo a ustedes, sin la intención de marcar con ello el derrotero que siga el ciudadano Gobernador al término de su administración, que no mandato, en 2024, prosigo al tiempo que retomo la alusión histórica.
En su libro: “El Príncipe”, Nicolás Maquiavelo nos relata que para obtener con legitimidad ganancias ilícitas, se debe asesorar con buen consejo a quienes aspiren a suceder al rey, y una vez que se le es entronado, no se le debe traicionar, pero tampoco hay que perder la oportunidad de conspirar desde el primer minuto de su reinado para favorecer a su posible y más viable sucesor, siendo este del linaje real o en su defecto encender la llama entre sus cercanos a quien o quienes puedan doblar la apuesta por una luz que los lleve a ser el nuevo rey y señor de los tesoros del reino.
Todo esto con la habilidad de “El Príncipe” o de “El Genio Tenebroso”, como le llamaban a Joseph Fouché quien le sobrevivió a Maximilien Robespierre o al propio Napoleón Bonaparte que buscaron acabarlo, sin embargo, él siempre se manejó en la sombra, siempre desde el anonimato público, como la voz que conduce los destinos del esquizofrénico.
Por ello pareciera dilucidarse que en la declaración del ciudadano más encumbrado del Poder Ejecutivo estatal, existe motivación de una voz externa, oculta y hasta fantasmal.
He tenido el privilegio de escuchar y acompañar a los últimos seis gobernadores de este Estado-República, en sus oficinas del palacio de Enríquez, (a excepción afortunada del actual que más que gobernar administra), y me atrevo a retomar lo que un día le escuché a quien hoy es motivo de plagio hasta en los formatos de la publicidad en los informes de labores de la actual administración y que tiene en su haber el récord de ser cinco veces Diputado Federal por diferentes distritos veracruzanos, Senador y Gobernador del Estado de 2004 al 2010, cuando aquella tarde del sábado 5 de agosto de 2006, hizo retumbar las paredes del salón Ghal de Xalapa, con el mejor discurso político que he presenciado:
“Yo no escucho el canto de las sirenas, de verdad, en proyectos futuros y sucesorios, a mí que me den por muerto, yo no aspiro a ser más que un buen gobernador de Veracruz”.
Aunque hoy creo, que por primera vez en los últimos treinta y tres años, un ejecutivo estatal escucha aquel canto de las sirenas al que se refirió su antecesor, la voz de su Maquiavelo o de su Fouché de la 4T en Veracruz, que lo han conducido a la esquizofrenia política veracruzana.
Ojalá por el bien de nuestro Estado-República, pero sobre todo por el suyo propio, sea solo una expresión coloquial, como muchas otras que ha esbozado tan prestigiado académico, como aquella de eliminar la corrupción en su gobierno, la de acabar en dos años con la inseguridad, la de no endeudar al estado, la de ser sensible con las madres de los desaparecidos, la de dotar de medicinas y médicos a los centros de salud y otras tantas como la de acabar con los aviadores o la de enorgullecernos con su gobierno a nivel nacional e internacional, que solo han sido palabras ligeras que se las ha llevado el viento en estos ya cuatro años y días de su administración.
Porque a decir verdad, hoy menos que nunca, estamos en las condiciones de enviar un nuevo Sebastián Lerdo de Tejada o un Adolfo Ruiz Cortines, tampoco un Reyes Heroles, Gutiérrez Barrios, Delgado Rannauro, Herrera Beltrán, Yunes Linares, Alemán Velasco o Carvajal Moreno, a participar en el escenario político nacional.
Los veracruzanos vemos lejana la posibilidad de encontrar un liderazgo en los cuadros del actual gobierno estatal, un gobierno o administración mejor dicho, a la que en cada evento político que promueve los han dejado plantados sus invitados del altiplano o les dan lugares de retaguardia en las marchas que no llenan el zócalo de la ciudad de México, sin una razón o un motivo, aunque lleven un gran contingente pagado con recursos seguramente del presupuesto público o de los cuantiosos desvíos documentados a esta administración.
Qué pena que ni entre veracruzanos haya hermandad al interior del “movimiento” que promueven, porque vemos como los Diputados Federales confrontan las cifras de sus funcionarios estatales y los senadores prefieren no venir a Veracruz para no escuchar los reclamos ciudadanos.
Qué tiempos aquellos en los que la voz de Veracruz se escuchaba al unísono en San Lázaro o en el viejo edificio de la Torre del Caballito o cuando en Bucareli el nativo de Alto Lucero, como poderoso secretario de gobernación susurraba al oído del Presidente de la Solidaridad, y acordaba con él los cambios de la dinámica económica y social del país con tan solo 36 años de edad.
O aquella voz que se hacía sentir desde la presidencia del partido hegemónico de aquella época, que confrontaba sus palabras mayores con las del ocupante de la silla del águila, dictando aquel encabezado fulminante del periódico Excélsior: “Yo como veracruzano no he votado por él” derrumbando una candidatura ya acordada en Palacio nacional.
Tiempos que se fueron para no volver, porque hoy, con excepción de las palabras del Maquiavelo o Fouché de la 4T en Veracruz o el canto de las sirenas, todas las demás voces que se escuchan desde el altiplano y hasta nuestra aldea, comentan con volumen alto, que el origen de quien administra el estado, es su destino y que aquel joven que se inició en la noble labor de hacer reír al respetable, lo sigue haciendo con ese tipo de declaraciones futuristas.
Habrá que obsequiarle la biografía de don Jesús Reyes Heroles, aunque es extensa y difícil de entender, por lo que tal vez solo le hace falta conocer este diálogo entre él y el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez:
–Jesús (Reyes Heroles) a mí no me vas a renunciar como Melchor Ocampo le hizo a Juárez.
–Claro que no, Luis (Echeverría Álvarez), porque no soy Melchor Ocampo ni tú eres Benito Juárez.
Y dar por terminadas las voces que hacen padecer a nuestro ejecutivo de esquizofrenia política veracruzana, recordándole no como serviles o abyectos, sino como ciudadanos que cuidamos de la investidura del Gobernador:
—No Señor, Usted no es, ni será por mucho entusiasmo que en esto emprenda Andrés Manuel López Obrador.
Concluya su periodo, reafirme las lealtades hacia usted, porque las va a necesitar y que tenga buen retorno a la realidad en 537 días, feliz viaje.