Uriel Flores Aguayo
Constituyendo apenas el dos por ciento de la nómina de los empleados públicos de ese nivel la alta burocracia federal consume el veintidos por ciento del presupuesto asignado a esa actividad. Este dato se localiza en los tres poderes y en los organismos autónomos, al grado de que sus integrantes son los mejor pagados del mundo. Es una contradicción que los privilegios de estos supuestos servidores públicos se les otorguen en un país pobre como México; en lugar de destinarse al gasto social esos recursos económicos se destinan a sostener la apariencia gubernamental como si fuera de primer mundo.
Para que nuestros altos funcionarios despachen en oficinas que parecen palacios y se desplacen todos los días por el país en costosos jets y helicópteros hay que pagar una lamentable cuota con edificios escolares sin agua, hospitales sin medicamentos y policías mal pagados. Es un insulto a los mexicanos que el Senado se haya trasladado a una nueva sede a un costo de casi tres mil millones de pesos; tan plural y contundente desmesura nos ilustra sobre el extravió y el cinismo de nuestra clase política; además de soportar su ineficacia a los secretarios de estado les tenemos que pagar de cinco a diez mil pesos diarios para que trabajen semana inglesa y los sábados y domingos los dediquen a promoverse por si se ofrece algo en sus aspiraciones partidistas; cuando Moreira bautizó a los presidenciales blanquiazules como los siete enanos sólo le faltó identificar a Peña Nieto como “blanca nieves”.
Cuando gobernaba el PRI los altos funcionarios ganaban lo que querían aun sin estar permitido legalmente, en los gobiernos de la alternancia ganan lo que quieren pero dentro de la ley. En ambos casos se abusa y se roba impunemente. De Fox para acá, la justificación para los altos salarios es que tenían que estar a la par de los sueldos que se pagan a los directivos de las grandes empresas; por esa puerta entraron gerentes y empleados de confianza privados al gobierno federal, instalándose a todo lujo y devengando hasta el saqueo salarios y prestaciones casi monárquicas.
Hace falta que estos temas también se toquen en Veracruz, sobre todo en estos tiempos de crisis económica, donde no cantamos mal las rancheras. Hay que revisar el costo del gobierno estatal y de los municipales, enfocándose en los mandos superiores y en la eficacia y calidad de las obras. La obligada austeridad decretada por la actual administración debe ser más clara, evidente y ejemplo del verdadero servicio público, el de la honrada media de Juárez y Morelos. Tengo mis reservas acerca de varios secretarios de despacho, en cuanto a que entiendan y practiquen la austeridad; algunos muestran actitudes de potentados, compiten en marca de ropa y relojes, sin ocultar el típico gesto de “ya la hice”.
Las percepciones de los altos funcionarios tendrán una lógica por resultados pero también si se comparan con los sueldos del personal de base y con los salarios mínimos.
A propósito, dado el costo y su poca visibilidad, por no hablar de su real utilidad, es hora de empezarse a preguntar qué pasaría si se cierran comisiones e institutos de supuesta autonomía, como la de derechos humanos, de acceso a la información y electoral. Tengo la impresión que los dos primeros servirán para muy poco en tanto no se ciudadanicen y tengan independencia plena; no pasaran de ser tapaderas.
Sin embargo, el que me parece más una especie de elefantito blanco es el Instituto Electoral Veracruzano, que trabaja sustancialmente cuando mucho en uno de cada tres años; si sus consejeros permanentes son una especie de aviadores o becarios electorales, para atender los pocos asuntos de interés ciudadano del Instituto tal vez bastaría con un pequeño grupo de funcionarios y de personal de base.
Es una broma que los consejeros en absoluta inactividad, si acaso haciendo turismo electoral, cobren lo mismo que los magistrados del Tribunal Superior de Justicia. De la mediocridad y entreguismo del actual consejo, seguramente con una que otra excepción, hablan los pobres debates que organizaron en la elección más reciente y el desastre todavía no explicado del PREP. Por eso pregunto: ¿qué pasaría si cerramos el IEV?
Recadito: ¿alguien dudaba de la fuerza del FAS y el MOPI ?.