Rogelio Hernández López
Miradas de Reportero
Tenemos que congratularnos porque los cambios en el régimen de gobierno de México ocurren pacíficamente, con mucha política y sin violencia física entre adversarios. Pero, entre periodistas pululan desconcierto y congoja porque la información de interés público está invadida de ponzoña y eso sigue distanciando a la sociedad con la prensa en general y con el periodismo profesional.
En la primera quincena de junio comenzó a circular la mala noticia de que, entre 46 naciones, en México se registró el índice más alto (64 por ciento) de la desconfianza ciudadana en las noticias de los medios convencionales. Y se informó también que esa pérdida de confianza en la prensa se aceleró desde 2019 cuando el 50 por ciento de la población confiaba en ella.
Justo fue en 2019 cuando la mayoría de los grandes medios privados optó por desatar su oposición al gobierno de López Obrador, pero con malas prácticas profesionales y en contraparte la reacción presidencial fue acusar diariamente de dolo intencional a algunos medios y periodistas. Así se aceleró el emponzoñamiento de la información de interés público.
Una de las acepciones de la Real Academia de la Lengua Española sobre la ponzoña es: la práctica nociva y perjudicial a las buenas costumbres; la que aplicada a la prensa y a los políticos respecto al manejo de la información social es la violación a los mínimos de la ética profesional de cada lado.
La caída abrupta
El Instituto Reuters de la Universidad de Oxford comenzó a circular en junio la versión 2023 de su informe anual: Digital News Report (Informe global sobre la confianza en las noticias digitales en mercados periodísticos de 46 países).
“Esta duodécima edición de nuestro Digital News Report, nos recuerda las condiciones diferentes en las que funciona el periodismo alrededor del mundo, pero también los retos comunes en torno al escaso compromiso de las audiencias y a la baja confianza, en una era de abundancia de medios digitales y redes sociales.”
De sus hallazgos se colige que en México la confianza ciudadana a las noticias cayó abruptamente en los dos primeros años del actual gobierno federal: del 50 por ciento en 2019 bajó hasta el 37 por ciento en 2021 y en 2022. Y en el registro difundido en junio de 2023 se anota que disminuyó otro punto, a 36 por ciento. (Ver https://reutersinstitute.politics.ox.ac.uk/es/digital-news-report/2023/dnr-resumen-ejecutivo)
El reporte de 2023 del Instituto Reuters indica que las personas creen más en noticias positivas, de soluciones y explicaciones, que el periodismo explique, contextualice, verifique.
Al respecto, comenta este reportero, que esos son los mínimos de la ética profesional en el manejo de la información de prensa y que al cumplirse construyen credibilidad y confianza.
Entonces puede inferirse que un factor de la caída en la confianza ciudadana en los medios de prensa es que, cuando la población está más politizada detecta bien el incumplimiento intencional de los preceptos básicos de la ética, o sea la ponzoña en la información de los medios de prensa.
En sentido contrario al 63 por ciento de la desconfianza en la prensa, el gobierno asediado por buena parte de los medios no registra caídas abruptas en la aceptación ciudadana. Para mayo de 2023 era del 67 por ciento la aprobación a la gestión presidencial, de acuerdo al promedio de las principales encuestadoras que calcula la empresa Oraculus.
Tres alertas desde los medios
El reporte 2023 del Instituto Reuters causó de inmediato al menos tres reacciones de alerta y de autocrítica desde medios de prensa: Milenio, el Economista y e-consulta.
UNO. En el diario El Economista, José Soto Galindo tomó en cuenta el informe del Instituto Reuters y el 14 de junio publicó un largo ensayo con el título: La desconfianza en las noticias se enquista. Ahí agregó datos de otras fuentes que ensombrecen todavía más el futuro de los medios de prensa mexicanos. Soto es periodista especializado en los temas privacidad y sociedad de la información de México.
“Los datos del Digital News Report 2023 muestran un alejamiento de los consumidores de noticias. Los más abandonados son los periódicos y la televisión, pero a nadie le va bien en la feria. Desde 2017, año base del registro, los periódicos perdieron 31 puntos porcentuales como plataforma para el consumo de noticias; la televisión, 13 puntos; los sitios y aplicaciones de noticias, 11 puntos, y las redes sociales, 9 puntos”.
DOS. Mael Vallejo, periodista y coordinador del libro reciente “Colapso México” tituló su artículo del 27 de junio en el diario Milenio: "La ruptura entre la sociedad y el periodismo".
El especialista refirió los datos para México del Instituto Reuters y cuestionó: “¿Qué significa esto en un país tan polarizado como el nuestro, que también es el más mortal del mundo para los periodistas?”
También percibe la ponzoña en la información de interés social: “La respuesta –aseveró-- debería no solo importar a los periodistas o académicos, sino a todos los mexicanos.
“No se trata de un asunto trivial, sino de una erosión clara de la relación entre periodismo y ciudadanía, y la prueba más reciente de que los datos reales cada vez importan menos. Por el contrario, cada vez tienen más presencia las narrativas que se acomodan a lo que cada uno de nosotros quiere creer: ya no se trata de intentar entender la realidad, sino de amoldarla a lo que le funciona mejor a nuestras opiniones.”
TRES. El mismo 27 de junio, en el sitio e-consulta, Luis Martínez, catedrático de periodismo digital y opinión pública comentó el informe del Instituto Reuters con el título Periodismo en México: Desconfianza, estigma y confusión. Allí reflejó las malas prácticas periodísticas de los tiempos recientes:
“En todo el país –escribió-- en cada región y provincia, en unas más que en otras, el fenómeno es constante: las personas periodistas, los periódicos y medios de comunicación pierden cada día la confianza de una ciudadanía, que ya no puede distinguir entre quienes ejercen el periodismo en un sentido social con ética y honestidad y para quienes esta disciplina se ha convertido en un instrumento político y de búsqueda de privilegios”.
Luis Martínez evoca a Max Weber quien “desde hace más de un siglo marcaba la diferencia entre quienes se dedican al periodismo y quienes son dueños de los medios de comunicación… Señalaba desde entonces que la influencia política que pierde paulatinamente el periodista es adquirida por los magnates de la industria mediática.”
Diferenciar a periodistas de empresas
Las preocupaciones y alertas del Instituto Reuters y de estos tres especialistas debieran tomarlas muy en cuenta empresarios y directivos de toda la prensa, especialmente de los medios más consistentes. Y tendrían que aceptar las dos medidas más pertinentes para rescatar credibilidad entre los públicos que son:
Primero, respetar la libertad de conciencia de las y los periodistas profesionales y en segundo lugar regirse bajo códigos de ética periodística, supervisados por defensores de los públicos.
Estas son medidas que les dificultarían ocultar, sesgar, deformar o inventar información que interesa y necesita la gente común.
Esas medidas, como en otros países, son posibles aunque las empresas de los medios adopten líneas editoriales de crítica sincera y correcta, o abiertamente opositora a los gobiernos en turno pero con información, cierta no envenenada.
Ante el proceso electoral de 2024, ya iniciado sin ley que lo autorice o prohíba, muchos medios están a tiempo de optar por cumplir con el servicio social al que está obligado el periodismo profesional.
Pero seguramente habrá empresas y periodistas que sigan desestimando la desconfianza social que han provocado e insistan en la creencia de que ser parte de la oposición política con malas prácticas profesionales, es como pueden defender el anterior modelo de relación prensa- gobierno, ese que les dio beneficios desmesurados durante décadas.
Lo previsible, lamentablemente, es que serán muchos los medios de prensa que seguirán actuando con interés de clase sin aceptar que el nuevo modelo de relaciones que quiere el gobierno federal con la prensa no es radical.
No es radical porque se mantiene el régimen mercantil de los medios privados, los gobiernos federal y estatales siguen pagando por publicidad aunque más moderadamente, no se han impuesto más cotos a la libertad de prensa que la crítica a las malas prácticas.
Todas estas son medidas políticas para reducir, también aquí, los excesos en la apropiación de lo público por el sector privado que, en lugar de adecuarse, quiere regresar al modelo anterior pero con esas malas prácticas intencionales que han derivado en esa enorme desconfianza a las empresas y a todo periodista.