Kairós
Francisco Montfort Guillén
Más allá de las encuestas electorales
que marcan un momento, en un lugar específico, de los estados de
opinión y actitudes de una sociedad determinada. Más allá de la
certidumbre que aportan, cuando están bien elaboradas, sobre las
preferencias de voto reales para cada candidato en contienda. Más
allá de los resultados de encuestas recientes, publicadas en medios
nacionales, que retratan el estado de opinión y actitudes de la
sociedad veracruzana acerca de sus preferencias electorales en el
actual proceso comicial. Más allá de que todas las encuestas
publicadas, realizadas con seriedad, marcan una preferencia
marcadamente alta por Miguel Ángel Yunes Linares.
Más allá de que las encuestas
privadas de los cuartos de guerra de Miguel Ángel Yunes Linares y de
Héctor Yunes Landa, también marcan una preferencia mínima de 12
puntos en promedio por el candidato de la alianza PAN/PRD. Encuestas
que moldean e influyen el estado emocional de candidatos, sus equipos
de trabajo y seguidores cercanos. Más allá de que a partir de estos
resultados demoscópicos, los ataques de los plumíferos oficiales en
contra de Miguel Ángel han arreciado y los medios oficiosos lo han
desaparecido de sus publicaciones. Más allá del tremendo obús
neoyorquino contra Miguel y Omar Yunes, que no prueba nada de nada,
pero que sí es una hoguera mediática en donde los Savonarola
oficiales arrojarán a los involucrados. Más allá de que AMLO (Luis
Echeverría, modelo 2016) hizo explícitos sus acuerdos en lo
oscurito con Fidel Herrera y el PRI, primero, al negar, de palabra,
su alianza, que tiene como <<eslabón escondido>> al
padre del mirrey de izquierda, ungido candidato a gobernador por el
dedo del Señor… López Obrador; más allá de que AMLO hizo el
milagro de revivir a Juanito, con Cuitlahuiquito, un candidato
enormemente mediocre, que ni Obama tiene para, después, evidenciar
sus cínicos acuerdos expresando elogios ¡a Javier Duarte!, lanzando
críticas negativas e inverosímiles a Miguel Ángel Yunes y,
finalmente, haciendo más obvia su cachaza política, al olvidar las
críticas al candidato del PRI, Héctor Yunes. Más allá de los
desconciertos y desaciertos de Héctor Yunes en su campaña, más
allá de todo esto y más… existe un más acá.
Un más acá en donde están los
ciudadanos y su vida diaria. Un más acá en donde los ciudadanos,
verdaderamente, hacen opinión pública en el día a día. Un más
acá en donde intercambian comentarios sobre su difícil vida
cotidiana y la influencia que tiene sobre sus males la política. Un
más acá diverso. Un más acá en los corrillos de la administración
pública, que expresan sus emociones a escondidas de las autoridades.
Un más acá en las escuelas, donde los maestros muestran su
descontento contra sus condiciones laborales, con el trato recibido
durante los últimos años. Un más acá en los cafés y
restaurantes. Un más acá en salones de belleza, peluquerías,
centros deportivos, gimnasios. Un más acá en las empresas, en los
bancos, en las universidades, en las iglesias. Un más acá en donde
la sociedad civil va tejiendo esos estados de opinión que reflejan
el descontento, el hastío y el rechazo a la situación que vive
cotidianamente.
Este más acá ya no le pertenece al
PRI y a sus partidos aliados. Menos aún al gobierno. Este más acá
es el de los ciudadanos a la búsqueda de su tiempo perdido: el
tiempo en que fueron engañados, en que fueron manipulados, en que
fueron ultrajados, saqueados, vilipendiados. Porque fue este tiempo,
de tres sexenios, en que se les hizo creer que la política y las
acciones de gobierno se ocupaban de su bienestar, de su progreso, de
su futuro. Fue el tiempo en que <<el pueblo veracruzano>>
más lisonjas recibió de parte de sus autoridades. Fueron 18 años
que, en todos los discursos de todos los días, los dueños del poder
mintieron a los ciudadanos, asegurándoles que trabajaban para que
cada uno de ellos, los veracruzanos, pudiera hacer su mejor proyecto
de vida.
Nada lastima más a los ciudadanos que
las mentiras oficiales. En primer lugar por la ofensa misma del
engaño. Y en seguida por que la mentira gubernamental desarma
políticamente a las sociedades, les cancela motivos de protesta y de
lucha porque desconocen la verdad de los asuntos públicos. Y genera
sentimientos negativos entre los ciudadanos. Sus emociones los
desconciertan. La frustración, el saberse despreciados al ser
considerados indignos de recibir un trato adulto resquebraja su
autoestima. Un ejemplo: la construcción del tristemente célebre
<<túnel sumergido>> que atraviesa estos 18 años de
gestión política y gubernamental del PRI y representa el paradigma
de la corrupción, la impunidad, la ineptitud de 18 años de engaños
a los ciudadanos veracruzanos.
Acá, en la sociedad, están las
emociones del desconcierto. Inquietud por conocer lo nuevo: un
gobierno conjunto del PAN y el PRD. El cambio se vive como anhelo y
como enigma ante lo desconocido. Los grandes políticos y
funcionarios temen perder sus casi eternos privilegios, al igual que
todos aquellos nuevos empresarios que nacen sexenio tras sexenio,
alimentados por los presupuestos públicos. Temen los burócratas
que, sin calidad profesional, se han enquistado en los presupuestos
como sanguijuelas chupando y chupando canonjías, gozando de
privilegios en altos puestos de mando sin tener méritos para
realizar sus funciones. Ejemplos paradigmáticos son los funcionarios
de <<organismos autónomos>> como el OPLE, el IVAI, la
CEDH y súmele.
Las emociones en juego en este momento
son múltiples. Algunos ciudadanos se entusiasman con la oferta de
algunos candidatos. Quieren creer que, por fin, alguno de ellos,
porque todos los candidatos de oposición lo proponen, pondrá fin a
la corrupción y a la impunidad de funcionarios y políticos que han
destrozado las finanzas públicas y secado la economía. Otros se
ilusionan con la demagógica propuesta de la creación mágica de 92
mil empleos, cifra que ninguno de sus antecesores ha podido siquiera
acercarse porque las condiciones de la economía veracruzana no lo
permiten, a menos que se convierta nuevamente al gobierno en fábrica
de empleos inútiles.
Una vasta franja de la sociedad
veracruzana vive angustiada, sometida a las emociones más dolorosas
que un ser humano puede vivir. Son las emociones negativas que
destrozan la vida. Las viven miles de ciudadanos esclavizados por el
dolor, la angustia, las ilusiones vanas. Tienen a uno o varios
familiares asesinados o, peor, desaparecidos. No saben nada de ellos.
Tampoco cuentan con el respaldo de las autoridades. Antes al
contrario. De estas personas, que deberían encargarse por mandato de
ley a buscar a los desaparecidos, a realizar las búsquedas, los
trámites burocráticos, sólo reciben un trato indiferente, en
ocasiones, inclusive, se desentienden de las peticiones y súplicas
de los familiares que requieren no sólo de respuestas sólidas, sino
de una mínima comprensión a su dolor.
Los casos recientes de los
desaparecidos de Tierra Blanca, de Papantla se suman a una larga
cadena de desapariciones que habían pasado desapercibidas para la
opinión pública. Igual caso es el de los asesinatos de periodistas
y los humillantes Porkys, que mostraron de cuerpo completo la
inoperancia y la incompetencia de la lamentable Fiscalía autónoma.
Las emociones negativas, que dañan doblemente a los ciudadanos
involucrados en estos y en otros casos, juegan también un papel
importante en el proceso electoral en curso. Los concernidos buscan
comprensión, justicia, fin de las impunidades, un nuevo y mejor
funcionamiento de todo el aparato de seguridad pública, de
administración y procuración de justicia que está paralizado,
minado por la incompetencia y la corrupción de pies a cabeza.
En el ambiente electoral es notoria la
debilidad o ausencia de emoción alegre en la campaña de Héctor
Yunes. Él luce acartonado, preso de los lugares comunes del priismo
que incluyen la prepotencia del equipo de campaña y que sufren hasta
los subordinados. Sus actos, conformados por los acarreados de
siempre, viven mecánicamente los discursos predecibles y obedecen
las indicaciones específicas de los momentos en que deben aplaudir,
cuándo deben echar porras, cuándo deben fingir alegría. Realizan
una <<gira pantalla>>, de <<proselitismo
escenográfico>> que esconde sus verdaderos propósitos:
acordar privilegios para líderes, empresarios, caciques a cambio de
que éstos obliguen a sus subordinados a votar por el PRI. También
la gira sirve para alentar su presencia en medios, dar las notas que
reproducen de manera automática los <<periodistas oficiosos>>
cubriendo de elogios inmerecidos actos y discursos carentes de
contenido. Y finalmente, el propósito central es <<aceitar la
maquinaria>> del voto corporativo de grupos indígenas,
campesinos, obreros, marginados y adultos mayores empobrecidos.
Las emociones de estos grupos nunca son
tomadas en cuenta. No son importantes. Pueden o no simpatizar con los
candidatos oficiales. Pueden tener otras preferencias y otras
inquietudes. Su persona carece de valor. Son simples votantes
arengados a cumplir con un deber, con una obligación: votar por los
candidatos del PRI y partidos satélites so pena de recibir castigos
de diferente índole. Esa es su historia, esa es su rutina, ese es su
destino, esa es su desgracia: son seres invisibles a los que tal vez,
algún día, en verdad reciban apoyos para paliar su exclusión, su
pobreza, su insignificancia.
Las emociones de
la alegría, el optimismo que produce el cambio, la renovación, el
nuevo día están en los verdaderos opositores. El optimismo
únicamente puede nacer de lo nuevo, lo fresco. El cansancio que ha
producido las mentiras, los engaños, la privatización del gobierno
en manos de un muy reducido grupo de políticos y sus descendientes
ha llegado a su límite: el que impulsa a la sociedad a un cambio
forzado por tantas incapacidades y atracos y que arriesga la
estabilidad improductiva de lo conocido por la inestabilidad inicial
de una nueva ruta política. Compruebe usted mismo estos ambientes
emocionales. Acuda a los mítines y reuniones de los diferentes
candidatos. Constatará lo aquí afirmado.