Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel
Sí, cada quien su vida, siempre y cuando no afectemos a los demás. Vivir en paz. Suena bonito, pero como que la paz se nos esconde y nos quedamos con un sinnúmero de arrebatos, impulsos, desdenes, rencores, envidias, odios y pendejadas. Nos gusta la discordia, nos emociona; nos encanta viborear y maldecir, la hipocresía andando, pa’ luego, con el mínimo pretexto, iniciar el pleito, la discusión estéril, la guerra, escupir ponzoña, como que eso nos hace vivir. Pasa hasta en las mejores familias y, desde luego, entre comunidades, países enteros.
No se nos da tan fácil vivir en paz, al menos no a la mayoría. Decía mi amigo Max Aub que siempre queda el remedio de hablar mal de la gente, y mi estimado Eduardo Césarman me comentó que hablar bien de alguien o de algo nunca es tema interesante de conversación.
Nos estamos perdiendo en simplezas, en irracionalidades y caemos en el abismo del caos, acicalados por el internet y la vanidad. El amor y la paz quedan en segundo plano, de plano. Me pregunto, con Max Aub, ¿qué hizo Dios el octavo día? ¡Qué hueva pensar en eso! Hay que vivir de nimiedades, comer, tragar, beber… ¿Para qué complicarse la vida si ya de por sí…?
La paz es tediosa, más si no se tiene imaginación. Por eso mejor la guerra, porque trae consigo sus atribulaciones. Jorge Luis Borges escribió que el peor laberinto no es esa forma intrincada que puede atraparnos para siempre, sino una línea recta única y precisa. La paz es lineal, única y precisa, por eso para muchos es un laberinto en el que no queremos estar y menos convivir.
El 21 de septiembre es Día Internacional de la Paz. ¿Y eso qué? Pos por lo menos pa’ que dejemos de estar chingándonos unos a otros ese día, ¿no?
António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, vuelve a la carga y ni quien lo pele: “La paz es más necesaria que nunca. La guerra y los conflictos están provocando devastación, pobreza y hambre y desplazando a decenas de millones de personas de sus hogares. El caos climático afecta a todo el planeta e incluso los países en los que reina la paz se ven sacudidos por enormes desigualdades y polarización política”. ¿Y eso qué?
Vale un carajo lo que dijo Heródoto de Halicarnaso: “Nadie es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba”. ¿Y eso qué?
Vale madres que la primera víctima de la guerra sea la verdad, como señaló Hiram Warren Johnson. Porque la mentira nunca ha dejado de estar de moda, ¿o no, Ángel Picón Salinas?
Los días y los temas
Leí una nota muy ilustrativa: “Una tensión arterial superior a 120/80 no garantiza un infarto, pero aumenta el riesgo de sufrirlo, de ahí la necesidad de reducirla. De manera similar al cuerpo humano, el planeta “urge” de cuidados porque, según ha certificado un estudio, ya se han superado 6 de los 9 límites que garantizan su seguridad”. ¿Y eso qué?
Pos no sé qué, pero creo, con Francisco Sosa, que quien desee vivir en paz con la sociedad debe forzosamente optar por uno de estos dos medios: callar o mentir. Ta fácil, ¿no?
Recuerden lo que dijo Otto von Bismark: “Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería.”
¿Entienden? ¡Sí! ¡México, México, ra ra ra!
Por eso todos los días me doy el siguiente consejo: desconfía de aquellos que no conocen sus limitaciones, ¿verdad, mi estimado Juan Domingo Argüelles?
De cinismo y anexas
Seamos sinceros, como que cansa tanta verborrea, sobre todo la verborrea política y no sé dónde queda el acto reflexivo, crítico, creativo… Mi recordable Enrique Canales me preguntó: “¿Qué haces cuando al descansar te sigues cansando?” Ahí se las dejo de tarea; mientras les comparto lo siguiente.
*Hablar y hablar y hablar para demostrar que se piensa mucho: ¿acaso la inteligencia no se manifiesta también en lo que se calla, en saber quedarse callado? (Luis Ignacio Helguera).
*Pocos hay en el mundo que puedan hacer cosas aparentemente tan comunes como hablar, leer, escribir, pensar… (Luis S. Orlaineta).
Hasta la próxima.
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