miércoles, 10 de julio de 2013

El derecho de no elegir

Prospectiva 
JAIME RÍOS OTERO 

Ahora sí el abstencionismo estuvo lépero. Sencillamente la democracia no puede funcionar sin la participación electoral de la ciudadanía. Sólo el sufragio puede legitimar a las autoridades, pero si éste no se hace presente,  como ocurrió en el Estado de Veracruz, la renovación de los poderes queda con un manto gris de ilegitimidad, nada menos. 
Si los ciudadanos renuncian en una gran mayoría a ejercer el derecho al sufragio, dice José Antonio Crespo, en “Elecciones y democracia”,  muy probablemente la democracia caería por los suelos, o al menos se desvirtuaría su funcionamiento básico. En ese caso, una minoría sería la que está decidiendo el destino de las instituciones del Estado. 
Eduardo de la Torre Jaramillo hizo un planteamiento interesante que vi por ahí, al señalar que en un sistema político avanzado este abstencionismo como el que tuvimos ayer sería suficiente para echar abajo la elección. Y tiene razón. 
En el número más reciente de la revista “Jurista”, que en pocos días estará circulando, el doctor Francisco Berlín Valenzuela se aproxima a esos conceptos y plantea la posibilidad de que el voto en blanco, parecido al que se emitió por el minino Morris, genere la posibilidad de que las curules se queden vacías, así simplemente, y permanezcan vacías como un recordatorio para el sistema político de que la oferta política es mala, o que se tiene que mejorar. 
El gran problema que tienen los partidos políticos es cómo atraer electores. Aunque el verdadero problema no lo tienen todos los partidos, sino sólo los que son oposición en el país y en la entidad. El PRI no necesita atraer electores. Al contrario, si desestimula la participación gana más, porque tiene una base sólida y leal de sufragantes, así que la indiferencia de los demás le beneficia. 
¿Sabía usted que en Noruega el voto fue obligatorio e implicaba sanciones el hecho de no ejercerlo? Hasta 1967 se mantuvo esa obligación legal y mientras fue así, la participación electoral de la ciudadanía fue muy elevada, de un 95%. Cuando la coerción fue eliminada, el flujo a las urnas bajó hasta un 84%, o sea 11 puntos menos. 
Aun en naciones tecnológicamente desarrolladas, como Estados Unidos, el promedio de participación es del 50%, mientras que en los países de Europa Occidental llega hasta el 80%, excepto en Suiza, que es casi a la mitad. Pero claro, aunque en Suiza el abstencionismo sea alto, quién no confiaría en las instituciones suizas. Por desgracia, el nivel de moral pública que tienen los funcionarios de allá es envidiablemente elevado. 
Es decir, aun cuando las votaciones no sean copiosas en esa nación, e igual que en cualquier otro país, los que voluntariamente desisten de su derecho a votar automáticamente transfieren ese derecho a quienes sí asisten, pero los electos allá son confiables. Lo dice el nivel de vida, el bienestar, las comodidades, la seguridad y el progreso que tiene el país. En cambio aquí…. entre más te desentiendas más te roban. 
Pero bueno, el verdadero problema lo tienen los chiquitos, incluyo a PAN y PRD, que en tantos años no han sido capaces de transmitir confianza a los electores, crear una base sólida de militantes o por lo menos simpatizantes, que permita una alternancia real. Y no lo han logrado porque la imagen que han dado sus dirigentes, diputados, alcaldes, senadores y gobernadores es que son tan malandrines, sinvergüenzas y rateros como los otros. 
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