Lic. Inocencio Martínez
Cortés
Tuvimos a una de las vacas sagradas de
nuestro país en esta ciudad capital, muy pocas veces se tiene la oportunidad de
ver y tener cerca a los Ministros de la Suprema Corte de Justicia, nuestro
máximo tribunal en nuestro país y los únicos que le pueden faltar al respeto a
cualquiera, sea quien sea, para que a una orden de ellos, el país se conmocione
cuando alguna resolución dictada por ellos tenga que acatarse, aun afectando el
interés público, salvaguardando algún interés particular.
En Xalapa estuvo el ministro Juan N. Silva
Meza y entre otras cosa que dijo, fue las bondades de tener un reforma ala
legislación de amparo, cuya resolución ahora será válida para todos y con
efectos inmediatos, sin que algún afectado por la ley, tenga que promoverlo,
prácticamente será un especie de tesis jurisprudencial, que todas las
autoridades tendrán la obligación de acatar fax-track
No me parece aberrante la idea y el criterio
a aplicarse, pero en principio primero debemos revisar el camino que tenemos de
terracería, para llegar a la justicia, porque no es fácil transitar en un pleno
de igualdad, así como sucede en otros temas, hay de lo
que tiene para viajar en avión y otros de plano a pie, y eso es desigualdad
social.
Tan solo accesar al recito de un tribunal, tiene
sus bemoles, he encontrado de todo, desde el empleado que se cree dueño y señor
del espacio público, hasta el más humilde y sencillo, que abre las puertas e
invita y concede el paso como si de su casa se tratara.
Ahora que la delincuencia no se mide y llega
a donde quiere, las instalaciones del poder judicial están más protegidas que
cualquier mortal en peligro de extinción, utilizan de todo, policías,, detector
de metales, vallas, cámaras con circuito cerrado y un sinfín de equipos, para
demostrar cuán grande es su miedo, ante la posibilidad de un atentado.
Resulta que para poder entrar al recinto
judicial, hay que identificarse acreditándose con cedula profesional o en su
caso dejar una identificación oficial, por lo tanto no cualquier ciudadano
tiene acceso, así que como turista nadie podría entrar sin que antes tenga que
pasar por el retén de seguridad.
Pues bien, el poder judicial bien protegido
del maligno y la ciudadanía viviendo en constante riesgo de sufrir sin que
nadie lo ampare y lo defienda, pues mientras el primero tiene a la mano la
defensa, los segundos, tenemos que esperar a que se dignen escucharnos y
posterior a ello medio actuar, no sin antes, haberlos esperado y que por
escrito se hayan dignado a atendernos.
Es por ello que se ha puesto d moda la
justicia por propia mano, porque de aquí a que llegue la autoridad, la muerte
ya tiene permiso, ¿Qué no?
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