jueves, 3 de marzo de 2011

¿Y tú qué plan?

DE INTERÉS PÚBLICO
Emilio Cárdenas Escobosa

Existe una impresión colectiva en los días que corren en Veracruz de indefiniciones y poca claridad en el rumbo gubernamental al llegar a los primeros 100 días de gestión del gobernador Javier Duarte de Ochoa. Esta percepción se afianza al observar el complicado arranque de su administración con una muy grave crisis de liquidez, con deudas y compromisos heredados por Fidel Herrera Beltrán y aún no saldados; con un enrarecido clima de inseguridad en el que los hechos delictivos se suceden un día tras otro pese a los discursos de la mano firme; con la suspicacia popular respecto a que las revisiones de cuentas de la pasada administración de la que tanto se ha hablado y de las que se esperaría sanciones a los responsables, se quedarán en el anecdotario de la impunidad, puesto que el peso de la ley solo se ha aplicado, hasta ahora y a medias, a unos cuantos ex ediles de municipios pequeños; el parto de los montes, pues, en estos primeros tres meses. 
Es claro que el fenómeno de la corrupción que adquirió proporciones gigantescas en el sexenio anterior y que explica en su mayoría el desastre actual de las finanzas públicas, los retrasos en los pagos a empleados y proveedores del gobierno, los despidos de burócratas y todas las medidas de ajuste para ahorrar 6 mil millones de pesos en este año, requiere algo más que programas de ajuste o austeridad para recuperar parte de lo perdido. Demanda auditorías de fondo, revisión real de estados financieros de las entidades gubernamentales, pero sobre todo la determinación de exigir rendición de cuentas y aplicar la ley.
No sobra recordar que en la entidad tenemos un marco jurídico que regula al poder público y al que deben sujetar invariablemente sus actos todos los depositarios de la voluntad popular y los funcionarios del Estado. Si queremos una convivencia democrática sustentada en el equilibrio de poderes, la rendición de cuentas y el apego de gobernantes y gobernados a lo que marca la ley, como se repite en discursos y declaraciones, no hay sino cumplir sus dictados.
Definitivamente, para lograr la eficiencia de la gobernabilidad y abatir los niveles de corrupción, es fundamental desarrollar mecanismos legales más eficaces para garantizar la transparencia en la función pública y erradicar la impunidad. Es sabido que el principal problema que distorsiona la relación entre gobernantes y gobernados se da cuando los ciudadanos perciben que los recursos públicos no son manejados adecuadamente y existe la convicción de que los cargos públicos se buscan para responder a intereses particulares y, desde luego, para hacer buenos negocios.  Y no pasa nada.
En el Veracruz de hoy donde ha campeado la fórmula corrupción-impunidad, los partidos políticos, servidores públicos, legisladores, dirigentes partidistas y todos los funcionarios estatales y municipales requieren hacer un esfuerzo titánico para reencauzar la nave y con ello recuperar la credibilidad. De otra manera, por más anuncios que se hagan, por más consultas públicas para formular el Plan Veracruzano de Desarrollo se lleven a cabo, volvemos al punto de arranque: la desconfianza y el alejamiento del ciudadano, la profundización del desaliento ante la crisis de oportunidades y de ingresos remuneradores, la ausencia de incentivos a la inversión privada y, desde luego, la carta abierta a la acción de los delincuentes.
Con todo, habemos quienes pensamos que las cosas pueden ser distintas. Que no es mucho pedir que se fomente una cultura de la legalidad, de transparencia, de rendición de cuentas, de acceso a la información pública, de vigilancia del correcto uso de los recursos, de auténtica austeridad y sobriedad en el ejercicio de los cargos públicos, todo lo cual sería la mejor manera de combatir la corrupción y reivindicar a la actividad política como una profesión responsable, seria y honorable. ¡Y vaya que nos hace falta!
La política no es una actividad de puros ni de almas de la caridad, pero si está en manos de gobernantes jóvenes se espera siempre un ejercicio distinto, más fresco, con altura de miras, sin retorcimientos ni ataduras al pasado, que quiere servir para en verdad trascender. Ya veremos en los meses y años por venir si esto es así. Falta aún camino por recorrer y todos tenemos el beneficio de la duda.

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