sábado, 14 de mayo de 2011

Sosa: Cura en salud al Poder Judicial

PLANA MAYOR
Gaudencio García Rivera

Pareciera fuera de los altos círculos del Poder Judicial del estado que el rol que ha asumido el titular Alberto Sosa Hernández para eficientar, modernizar y combatir con mano firme la corrupción y opacidad que se registra con los representantes de la administración de justicia, va en serio y más allá de los prestigios y honras de la cofradía del Consejo de la Judicatura. Sosa no es ingenuo porque conoce como la palma de su mano los drenajes del Poder Judicial.
            A seis meses de haber sido elegido como presidente del Tribunal Superior de Justicia, casi a la par de que asumió el poder el gobernador Javier Duarte, Sosa y los togados han caminado a paso de tortuga porque nos adeudan la reforma integral del Poder Judicial para evitar que éste continué  supeditado a las decisiones verticales del Poder Ejecutivo –como ocurre actualmente- para elegir las vacantes de los nuevos magistrados y del Contralor Interno que es impuesto por el gobernador en turno, incrementar el presupuesto anual para mejorar salarios a secretarias y oficiales de los juzgados y, realizar una profilaxis de los proyectistas que operan en la salas de los magistrados.
            En este camino, a veces sinuoso, hay la percepción de que los notables del Consejo de la Judicatura, del que don Alberto es  el presidente, actúan en forma anodina pues es recurrente que los delincuentes que cometen delitos del fuero común los jueces los dejen en libertad al no acreditar  el presunto delito. El Poder Judicial se cura en salud. Lo hizo en el sexenio saliente de la fidelidad su antecesor Reynaldo Madruga Picazzo –“El mandilón” de los togados, como él se solía calificar porque su salario lo cobraba puntualmente su cónyuge -, le echa la culpa a los Ministerios Públicos por no integrar debidamente las averiguaciones previas.
            Los administradores de justicia no han estado a las  circunstancias de los reclamos airados de los veracruzanos ni de sus pares. Tienen varios resquicios que resolver para evitar que en el presente y  futuro la impartición de la justicia se partidice y se pisotee la carrera de servicio judicial. Su tutor continúa siendo el Poder Ejecutivo, de acuerdo con la Ley Orgánica del Poder Judicial, con el falaz contubernio del Poder Legislativo. 
Fue una afrenta que en los últimos meses del régimen fidelista se   impusieran cuatro magistrados, identificados plenamente con las siglas del PRI, avalados por los diputados priistas y de la mayoría oposicitora de la LXI Legislatura local, sin que  ninguno de los togados pusieran freno al poder metaconstitucional del gobernador saliente, con la excepción de la valiente magistrada Yolanda Cecilia Castañeda Palmeros que recriminó el trapecismo de los priistas Ignacio González Rebolledo, Fernando Charlestón Salinas, Edel Álvarez Peña y  Gladys Pérez Maldonado.
            Sosa tiene todo el derecho defender al poder que representa y deslindarse de los yerros de la procuración de justicia, pero desde que llegó al poder del Tribunal Superior de Justicia ha evidenciado la independencia, soberanía y autonomía del Poder Judicial porque parece un empleado  más al servicio del Poder Ejecutivo sin ningún rubor, en lugar de ser un auténtico contrapeso como lo establece la Constitución Política del estado.
            El  Ministerio Público por conducto del encargado del despacho de la Procuraduría General de Justicia, a  cargo de Reynaldo Escobar Pérez, sostuvo, por cierto, un conciliábulo con  el gobernador Javier Duarte este miércoles 11 en la Academia Regional de la Policía con todos los agentes del Ministerio Público para realizar un diagnóstico del trabajo que desarrollan y resolver los problemas sustantivos que impiden la eficiencia, prontitud y certeza para la integración de las averiguaciones previas.
            Los representantes del Ministerio Público urgen que la Procuraduría General de Justicia los dote de mejores herramientas legales para perfeccionar las averiguaciones previas –con ésta se estaría impidiendo que los presuntos  delincuentes obtengan su libertad cuando el juez correspondiente conozca su caso por falta de pruebas-, que la autoridad proteja a los testigos y a los propios Ministerios Públicos de las amenazas que los presuntos delincuentes, por terceros, recriminan para impedir que sean consignados.
            La procuración de justicia, junto con Seguridad Pública, Prevención y Readaptación Social y Tránsito y Transporte, ha sido  tradicionalmente el talón de Aquiles del gobierno del estado. El presupuesto asignado a este rubro es insuficiente, a tal grado que el reclamo generalizado de los agentes del Ministerio Público  of de record es que en la altas esferas de la PGJE están actuando con mezquindad para dotarlos de papelería, tóner, computadoras y ventiladores y gasolina para desempeñar con eficiencia su trabajo, con la sugerencia abyecta de que  lo pongan de su bolsillo, so pena de cesarlos. Hay un desaseo.
            Otra perla que enfrentan los Ministerios Públicos, es la constante intimidación y zozobra que siembra el crimen organizado en diferentes distritos judiciales del estado, cuando son consignados por secuestro o extorsión, pues la mayoría de las veces se quedan en estado de indefensión sin que el titular de la PGJE disponga de la protección física del MP y de su familia. Ojalá que los reclamos de quienes representan la procuración de justicia hayan sido incluidos en la agenda del Plan Veracruzano de Desarrollo para blindar a la población de la delincuencia organizada. Comentarios a gau41@hotmail.com o gaude55@yahoo.com.mx

Migrantes sin destino

DE INTERÉS PÚBLICO
Emilio Cárdenas Escobosa

El drama de los migrantes siempre es sobrecogedor y expresa en muchos sentidos el fracaso del modelo económico y de las políticas públicas de los gobiernos de sus países para ofrecerles alternativas dignas de vida. Sufren no solo la separación de sus familias y sus comunidades para correr el riesgo de cruzar la frontera del vecino país del norte y sortear la persecución de las autoridades migratorias estadounidenses, sino que en años recientes deben enfrentarse a peligros mayores: los secuestros, desapariciones, torturas y la leva del crimen organizado para sumarlos a sus filas, ante la tolerancia de autoridades corruptas de los tres niveles de gobierno de nuestro país.
La espeluznante historia de las “narcofosas” en Tamaulipas, Durango, Nuevo León y otras entidades, donde se contabilizan por cientos los cuerpos encontrados, son la más reciente y ominosa muestra del nivel al que han llegado las cosas. A partir de estos casos han surgido señalamientos que vinculan a agentes migratorios con el secuestro de centroamericanos y connacionales para entregarlos a bandas de narcotraficantes; imputaciones que hicieron en diligencias ministeriales unos 120 emigrantes secuestrados en el estado de Tamaulipas por el "Cártel del Golfo" que denunciaron la complicidad de agentes en el hecho, e identificaron dentro del cuerpo del Instituto Nacional de Migración (INM) a las personas que los bajaron del autobús donde viajaban para entregarlos a delincuentes. De hecho en la averiguación previa PGR/UEITM10/46 se menciona que hay conexiones entre agentes migratorios y células del grupo delictivo Los Zetas.
De acuerdo a una investigación periodística del diario La Jornada, “las complicidades implican desde la tramitación de documentos apócrifos del INM, hasta la simulación de operativos oficiales en los que autoridades de ese instituto aseguran a migrantes y los entregan a las bandas delictivas, cobrando entre 3 mil y 5 mil pesos por cada uno”. Señala el diario que en esa indagatoria constan las declaraciones de seis agentes del INM, donde uno de los funcionarios arraigados aceptó ante fiscales de la SIEDO que colaboró desde hace tres años con Los Zetas en el estado de Tamaulipas y reveló a los fiscales antisecuestros de la PGR que durante una reunión con integrantes de Los Zetas, éstos hablaron de la nómina que había que cubrir para el pago de los funcionarios del INM que apoyan a la agrupación criminal en Quintana Roo, Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Tamaulipas.
Este caso que cimbró a la opinión pública, movió al INM a relevar de sus cargos a titulares de delegaciones regionales ubicadas en siete estados con mayor tránsito de migrantes hacia Estados Unidos y anunciar acciones de refuerzo a su programa de control de confianza, para sancionar con mayor rigor a funcionarios que mantienen vínculos con la delincuencia organizada. Los ceses de los delegados de migración en Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Oaxaca, Estado de México, San Luis Potosí y Quintana Roo, por instrucciones del secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, y las investigaciones en curso evidencian que la magnitud del problema es mayor a lo que imaginamos.
Sabemos que Tamaulipas, Veracruz y Tabasco son consideradas las zonas de mayor riesgo para la migración en México y las otras cuatro regiones también son altamente transitadas por unos 400 mil indocumentados, la gran mayoría centroamericanos. Según datos ofrecidos por organismos que defienden los derechos humanos de los migrantes, más de 1600 personas indocumentadas son secuestradas mensualmente en México y sometidas a múltiples vejaciones que quedan impunes.
En el caso de nuestro estado, destacan por su insistencia las declaraciones hechas a diversos medios locales y nacionales por el sacerdote Alejandro Solalinde, director del albergue Hermanos del Camino, quien alertó que las fosas que han sido encontradas en el norte del país sólo son la “punta del iceberg”, de un genocidio mayor en diversas entidades de la República, principalmente en Veracruz. Solalinde de plano alerta que “lo que se va a encontrar” en Veracruz superará cualquier tipo de horror hasta el momento conocido, pues –dice- los migrantes secuestrados y asesinados por el crimen organizado ascienden a miles en la entidad.
El sacerdote no ha dudado en acusar a las autoridades de los tres niveles de gobierno de complicidad en este crimen, especialmente durante la gestión el ex gobernador Fidel Herrera, pues “nunca se denunció formalmente la desaparición de los migrantes, y los resultados van a ser alarmantes”. Explicó que se cuenta con decenas de testimonios de indocumentados que fueron liberados por los grupos delictivos, luego que sus familiares pagaron el rescate, quienes detallaron el sufrimiento al que fueron sometidos durante su cautiverio. “No sólo se trata de las fosas clandestinas, sino que hay asesinos, descuartizadores y “cocineros”, mismos que están encargados de deshacer los cuerpos de las víctimas en ácido. Otro de los métodos que se ha documentado es la crianza de lagartos en pequeñas ciénagas —algunas de ellas artificiales— que son alimentados con los restos de los muertos”. El horror en su máxima expresión.
El defensor de los derechos de los migrantes calificó de una “extraña casualidad” que se hable de las fosas de Tamaulipas,  Durango, y otros estados del norte, y no se refiera el caso de Veracruz, donde diversos organismos han denunciado la desaparición forzada de personas en el estado, paso obligado de ilegales procedentes de Centroamérica.
Y para muestra de que el padre Solalinde sabe de lo que habla, tenemos lo ocurrido apenas hace una semana cuando hombres armados intentaron secuestrar a tres mujeres de un grupo de aproximadamente 150 migrantes centroamericanos que intentaba abordar el tren en Orizaba, para sumarse a la Marcha por la Paz en su ruta hacia la Ciudad de México, hecho que impidió que los activistas, organizadores y migrantes abordaran el ferrocarril para sumarse a la movilización que encabezaba el poeta Javier Sicilia, cuyo hijo, Juan Francisco, fue ejecutado el pasado 27 de marzo en Temixco, Morelos, junto con seis personas más.
La problemática que vive Veracruz por las vejaciones que sufren los migrantes centroamericanos en su paso por el estado y la persistencia de las desapariciones en nuestro territorio no son, desde luego, hechos aislados que puedan minimizarse o mandar a los familiares a buscar sus cuerpos en las “narcofosas” de Tamaulipas, porque –of course- aquí nunca pasa nada. La gravedad del caso es tal que ha llevado a personajes como Emilio Álvarez Icaza, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, a decir que el tema solo puede entenderse de dos formas: o existe complicidad del gobierno o hay incapacidad para enfrentar la situación, porque –acusó- “lo dramático es que en Veracruz se siguen secuestrando migrantes y nadie dice nada”.
La  situación de violencia y maltrato hacia los indocumentados es terrible y el drama es que, como ocurre ya con la mayoría de la población, no sólo tienen miedo a la delincuencia, sino a las policías, las instituciones y a los funcionarios. ¿Cómo revertir la situación, más allá de los esfuerzos de las comisiones de Derechos Humanos y el trabajo de las ONG? ¿El cambio en el trato hacia los migrantes dependerá solo de medidas administrativas de “control de confianza” de funcionarios migratorios? ¿Están condenados los migrantes, como el resto de los ciudadanos, a la colusión de esferas gubernamentales con la delincuencia organizada?
La sociedad tiene miedo, pero solo con la presión que se ejerza hacia las instituciones de gobierno y sobre todo hacia la clase política será posible hacer algo. La movilización por la paz y las banderas que se enarbolan para la transformación de los cuerpos policiacos de todos los niveles de gobierno deben amplificarse. Necesitamos, nos urge, una profunda regeneración de la moral pública, de las instituciones encargadas de la procuración de justicia y la persecución del delito. Es impostergable un pacto entre las fuerzas políticas, organizaciones de la sociedad civil, instituciones públicas y privadas para hacer algo e intentar poner un hasta aquí a esta situación.
No podemos acostumbrarnos a lo que está pasando o voltear la mirada hacia otro lado. Que no se instale de manera definitiva la banalización del mal entre nosotros o que la corrupción carcoma nuestras conciencias.
Hacer como que no pasa nada o seguir nadando “de a muertito” nos condena. Porque los “muertitos” son verdaderos y, lo más terrible, se cuentan por miles.
Todos somos migrantes.