jueves, 10 de noviembre de 2016

El saldo

Yuri Alejandra Cárdenas Moreno
Abracadabra 

Esto se acaba en un mes. Doce años de esclavitud, como el título de aquella película. Dos sexenios de gobierno en Veracruz en los que se perdió el rumbo, en los que se perdió la fe, la confianza y la tranquilidad. 
Ya se habla tanto de este tema en estos últimos días, que me parecía ocioso agregarle un puñado más de palabras a la montaña de opiniones acerca de este Titanic moderno que es nuestro Estado. 
Sin embargo, quiero hacerlo sencillamente, porque hay que hacerlo. Porque toda persona con voz que habita en este lugar debería hacerlo. Fue demasiado el saqueo, demasiado el cinismo y el dolo. Fue demasiado.
Esto se acaba en un mes pero el saldo es grande, grande e impagable. Aunque el prófugo Javier Duarte apareciera esta tarde y devolviera todo el dinero que se llevó, jamás podrá devolver la confianza del pueblo de Veracruz en su gobierno, ya no podrá devolver estos años en los que la gente vivió con miedo, sin poder salir de casa, sin poder hacer planes para el futuro, porque no había ni seguridad ni liquidez. Javier Duarte y su antecesor jamás podrán devolver a los hijos desaparecidos, a los muertos, a los quemados en fosas, a los torturados. Jamás podrán resarcir el daño hecho a las familias. 
Lo hecho, hecho está, aunque su partido lo expulse muy indignado, aunque la PGR lo busque en todos los rincones del país, aunque pase el resto de sus días en una prisión –sueño guajiro- nada de eso va a poder regresarle a Veracruz, por lo menos en varias décadas, lo que alguna vez fue y lo que alguna vez tuvo. 
¿Qué es lo que queda por hacer, por decir? ¿Realmente se aprendió la lección? Pareciera que los resultados de los comicios del pasado 5 de junio nos hablan de un cambio en la mentalidad colectiva. “Hasta aquí, no más.”. Pero creo, en mi humilde opinión, que eso no es suficiente.
Esto se acaba en un mes, y lo que sigue será bueno sólo si nosotros procuramos que así sea. Ninguna nueva administración posee la varita mágica del bienestar para devolvernos nuestra paz y darnos riquezas. 
Se puede decir que Veracruz está el día de hoy, como alguna vez estuvo el Estado Alemán después de la rendición en la Segunda Guerra Mundial. Somos un estado en ruinas, señalado, vapuleado. Somos pobres, de los más pobres del país, y tenemos enormes deudas. Estamos plagados de delincuentes, de malas prácticas, de corrupción. 
Con la partida de Javier Duarte los problemas de este estado no se terminan. Aún queda una pesada estructura de cómplices, de aviadores, de gente que se creyó eso de “la plenitud del pinche poder”, gente que piensa que el servicio público sirve para robar y no para servir. 
Y eso, sólo va a cambiar si la gente se interesa por lo que su gobierno hace, si los ciudadanos de verdad vigilan las prácticas gubernamentales. 
Este nuevo gobierno no es un gobierno triunfante, es un gobierno a prueba, bajo observación. Es un gobierno que va a trabajar en la emergencia y la adversidad. No podemos pensar que sólo con su mera presencia los problemas ya están solucionados, y mucho menos podemos exigirle a este nuevo gobierno que las cosas mejoren en dos años, si no hacemos un cambio radical entre todos. 
Y cuando digo todos, es todos. El empleado que se lleva hojas de papel de la oficina para las tareas de sus hijos, la empleada de intendencia que se lleva los productos de limpieza para su casa, el burócrata que condiciona los trámites a los “apoyos económicos” o regalitos que le traiga el solicitante, el oficial de tránsito que acepta mordidas y el conductor que se las da, el jefe de departamento que contrata una secretaria por su cuerpo y no por su capacidad, el director que contrata a su sobrino o a su compadre, sin saber hacer el trabajo, en vez de darle el puesto a quien sí sepa trabajar. El diputado que se cree rey o príncipe, y acepta aparte de su buen sueldo, cientos de miles de pesos al año en viáticos, comidas lujosas, gasolina, ropa, etc., y que usa a su personal de confianza para la realización de sus encargos personales en horas de trabajo; el alcalde que hace negocios con los proveedores de gobierno y declara las obras públicas al doble de precio; el periodista que basa su trabajo en las “ayudas” que le den funcionarios de gobierno, y que calla la verdad de quien mejor le paga, y vende su pluma al mejor postor. Y por último, el gobernador que cree que el estado es suyo, que se engendra en un monstruo de poder, corrupción y avaricia, que todo lo que toca lo pervierte y que vive tranquilamente en la impunidad. 
Se necesita que la gente entienda que los cambios los tenemos que hacer todos, desde el más chico hasta el más grande. Los veracruzanos ya votaron por ladrones durante muchos años, ya se desentendieron del problema el tiempo suficiente, ahora no pueden hacerse las víctimas, al menos no los que estuvieron ahí y teniendo voz no la alzaron. Ahora les toca trabajar y ajustarse los pantalones para todo lo que viene. Tenemos que hacer esto por los que no podían o nunca fueron escuchados: por los niños en la sierra, por los campesinos, por los indígenas, por los estudiantes, por los jubilados, por los desempleados, por nuestras familias. Ellos necesitan que seamos su voz y su ejemplo en esta transición que puede durar muchos años.
Ya no hay marcha atrás. Ahora sólo queda caminar para adelante y aprender las lecciones de estos doce años. Aprender a ejercer nuestros derechos democráticos y reconstruir las ruinas que el fidelato nos dejó. Las ruinas de un Estado que alguna vez fue orgullo de México por sus recursos naturales, por su gente alegre y trabajadora, por su rica cultura y sus bellas tradiciones. 
No hay que quitar el dedo del renglón. Porque esto en un mes se acaba, pero el trabajo apenas empieza. 

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