Sin tacto
Sergio González Levet
No me canso de repetirlo a quien se me
deje, y no me canso de repetirlo en este espacio: si quiere vivir mejor en esta
ciudad incomprensible, ceda el paso y sea feliz.
Por eso es que digo: enfangado en el
inefable tráfico xalapeño, entre claxonazos y empujones de metal, pude advertir
cómo, de vehículo a vehículo, muchos conductores y sus acompañantes se
entrecruzaban mentaditas y mentadotas de madre con sus vecinos de desgracia y
de carril.
El paso por las calles citadinas se ha
convertido en una oda al derrame biliar, en una endecha al estrés, en un
ditirambo al revés que sufren y padecen todos los ciudadanos metidos en esa
trampa que se llama calle, en nuestra sufrida y sufriente capital de Veracruz.
Y decía al principio lo de la reacción y lo
de la parte buena porque en medio de la ensoñación en la que se cae sin remedio
durante los largos minutos de la espera, entre un frenazo y el acelere con el
que los más optimistas piensan que avanzan y que se les permitirá llegar en
tiempo y forma a donde vayan; en esos largos minutos, decía, se me ocurrió la
idea brillante de que uno se enoja porque quiere, que todo es cosa de actitud y
de tomar las cosas con filosofía.
Y como es cosa de filosofía, se me
ocurrieron seis premisas que aquí pongo a consideración del respetable:
La primera es recordar que no hay manera de
viajar rápido en las rúas xalapeñas. La lentitud es inevitable en una ciudad
con el doble o el triple de los vehículos que puede soportar.
La segunda, que el tránsito tortuoso de
nuestra ciudad lo hacemos peor cuando todos queremos pasar primero y antes que
nadie. Y a ello hay que aumentarle el gancho al hígado repetido que significa
andarse peleando por un quítame esas pajas o porque el otro ya se quiere
avilonear nuestro carril o porque alguien se estacionó en doble fila o porque….
La tercera, que los agentes de vialidad no
sirven para nada, más que para elevar los niveles de estrés con sus silbatazos
y sus incapacidades.
La cuarta, que los compañeros taxistas no
tienen remedio, igual que sus congéneres de los camiones urbanos, y es perder
el tiempo tratar de hacer que comprendan algo.
La quinta es que podríamos aprovechar el
ocio para aprender alguna nueva habilidad que se deje, como oratoria y
declamación, algún idioma, o memorizar las tablas de multiplicar al revés y al
derecho o el directorio telefónico de la ciudad de México. En verdad que da
tiempo para eso.
La sexta premisa es que si uno deja de
pelear por ganar lugares y se resigna a que se va a tardar mucho tiempo en ir
de una parte a otra, finalmente va a llegar en el mismo tiempo que si se pelea
contra el mundo de los otros conductores, pero eso sí, llegará con la vesícula
intacta y en una de ésas hasta con una sonrisa en la boca.
Por eso le recomiendo, si me permite:
Ceda el paso… y sea feliz.
Twitter: @sglevet
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