lunes, 11 de agosto de 2014

Un paseo por el cine

Catarsis
Elsa de León A.

El jueves pasado fuimos mi esposo y yo al cine. Es una actividad que realizamos muy frecuentemente, ya que a los dos nos gusta mucho.
Cada uno hizo lo propio. Él hizo fila para comprar los boletos y yo para comprar las palomitas.
No cabe duda que la vida es aprendizaje, desde que se nace hasta que se muere.
Finalmente nos juntamos en el área de los chiles, popotes, servilletas, etc.
Alrededor de esa isla estaban dos criaturas corriendo como caballitos desbocados; dos niños como de diez años.
Nos daban vueltas y vueltas, mientras esperábamos el turno para tomar un popote y unas servilletas.
No falta nunca el avilón, y una mujer de mediana edad, vestida como de chef, se adelantó a nosotros y, la verdad, yo me molesté. Aquí la gente, aunque presume de mucha educación, no tiene ni la cultura de hacer filas y esperar su turno, ni la de respetar el uno por uno en las calles. Tampoco tiene la cultura de darle prioridad al peatón, como lo marca la Ley de Tránsito.
Resulta que estaba yo en la molestia, comentándole a mi esposo qué poco respeta la gente el turno cuando pasa un niño de  los que estaban corriendo y atropella a mi marido, tirándole la mitad de las palomas.
Mi esposo lo reprende, diciéndole que tuviera cuidado y que ese no era el lugar para andar corriendo.
Tocó nuestro turno, tomamos nuestro popote, nuestra servilleta y nos encaminamos a entrar a la sala que nos correspondía.
De repente, ya casi en la entrada de la sala, nos aborda un tipo de mediana edad con un chiquillo señalando a mi marido y diciendo“Sí, ése fue”. Toca el sujeto a mi marido por el hombro y le dice el sujeto: “¿Le debe algo mi hijo?”Mi marido y yo desconcertados le dijimos que no, y el tipo se soltó con una sarta de improperios amenazando a mi esposo y diciéndole que tuviera cuidado, señalándolo con el dedo índice y acusándolo, amenazador, como diciendo: te tengo que encontrar en otro lado.
Yo pensé cuando nos volteamos y no le hicimos caso al sujeto, en decir, sí nos debe algo, fíjate, sabes que nos debe tu hijo: respeto.
Lo único que alcanzamos a decirle era que educara a su hijo, que no andaba en el potrero y que no anduviera corriendo.
Este hecho me obliga a reflexionar varias cosas:
Una, el alcance que tuvo el chavito de ir a decirle al papá que se le había llamado la atención, pero no dijo lo que había hecho.
Dos, el niño parecía disfrutar cómo el papá discutía defendiéndolo. Se ve que lo hace frecuentemente.
Y tres, la violencia que demostró el papá al reclamar que a su vástago se le había llamado la atención; una carga emocional exagerada que, obvio, me hace pensar: ha de traer mucha carga arriba.
El hijo escuchó todos los insultos que el papá nos hizo. Y lo que el papá de ese niño no pensó es que educamos siempre, en todo momento. A cada instante, aprendemos y desaprendemos. A ese niño lo veo, en un futuro no muy lejano, como un inútil más, mal educado, violento, que va a engrosar las filas de este hermoso país.
Y de la película, mejor ni les cuento: buenísima  recomendable.

Sus comentarios a: edla_2013@icloud.com

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