Uriel
Flores Aguayo
En
las fiestas de la navidad una de las más bonitas tradiciones es la de los Reyes
Magos, que tiene origen cristiano pero también componente popular. Ahora, los
Reyes Magos, que siempre fueron más lo segundo que lo primero, comparten
espacio con Santa Claus (papa Noel), que se ha instalado en el mundo por la
fuerza económica y cultural de los
Estados Unidos. La tradición de los Reyes Magos, que nos llegó de España, es una
de las representaciones y momentos más bonitos y sublimes de los niños. Es la ilusión
de pedir juguetes y otras cosas después de haber hecho meritos, es un momento mágico
y feliz para los niños que creen haberse portado bien y actuado correctamente; es
un premio largo y ansiosamente esperado, es la ratificación anual de la
justicia y la bondad.
Como
casi todo en la vida, simbolismos aparte, es una festividad muy firme en la
primera infancia, con dudas en la segunda y extinta un poco antes de la pubertad.
Los contrastes de esas fechas tienen que ver con la desigualdad social
y la marginación: niños dignos y buenos que no reciben nada porque sus
Reyes Magos son muy pobres o se transformaron en esclavos y brujos por el
sistema dominante.
Es asombrosa
la representación que todos hacemos en torno a la tradición de los Reyes Magos,
que cuando adquieren formas de los papás y las mamás, juntos o separados, nadie
se enoja ni se desilusiona. Lo mágico del momento tiene que ver con la alegría desbordada de los niños pero también con la satisfacción
de los papás, difícilmente tan queridos y adorados después de esa etapa .Me
chocan los grillos, politiqueros y falsos filántropos que utilizan esta costumbre
para obtener popularidad, muchas veces con recursos públicos o ajenos de otro
tipo.
Estas
fiestas, con las modificaciones del tiempo y hasta de la mercadotecnia, nunca
van a desaparecer, tienen vida propia y van a perdurar por los siglos de los
siglos; es cuestión de fe, como todo en la religión y hasta en la vida; como la
virgen de Guadalupe que, manejos eclesiales aparte, mueve a la mayoría de los
mexicanos. Así que, con el anglosajón Santa Claus y todo, los tres Reyes Magos
van a seguir despertando las ilusiones y las sonrisas de los niños.
Creo
que todos alguna vez hicimos una carta a Melchor, a Gaspar y a Baltasar, es
decir, creímos en la magia de nuestros personajes y apelamos a la compensación
de nuestra buena conducta. Como adultos siempre estamos tentados a pedirle algo
a los Reyes Magos, que riendo que exista en versión moderna o creyendo que
podemos lograr algo de ciertos poderes mágicos. No es ingenuo, hay realismo y
motivación, si hacemos una carta para el 2012, para México; pero hacerla a
nosotros mismos y a los lideres, involucrándonos en los asuntos colectivos y
asumiendo también un papel de liderazgo.
Que
nuestra carta a los Reyes Magos, por llamarlos de alguna manera acorde al
momento, sea una carta ciudadana que se dirija a los gobernantes, a la clase
política, a los lideres en general, a las figuras públicas, a los empresarios y
al pueblo. Que por medio de esa carta plasmemos nuestra opinión sobre el estado
de cosas, donde se incluyan sentimientos y visiones, peticiones y exigencias,
propuestas y plazos. Que en ese escrito de millones de personas, de voluntades,
se hable de un país justo, en paz, sano, libre y de bienestar.
Nuestro
pronunciamiento, seguido de acciones y compromisos, para que no sea un rollo y
tomadura de pelo a los Reyes Magos, debe ir claramente contra la desigualdad,
la injusticia, la pobreza, la violencia, la demagogia, la frivolidad, la ignorancia,
el clasismo y el racismo. Debe ser nuestra declaración de principios, con
derechos y obligaciones, de tal manera que no permitamos que algunos se hagan
rosca, de la que sólo debe haber con muñequitos y chocolate el seis de enero.
Recadito:
como decimos en el FAS y en el MOPI. ¡Amor y paz para el 2012!
urielfloresaguayo@hotmail.com
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