viernes, 30 de diciembre de 2011

Carta a los Reyes Magos


Uriel Flores Aguayo

En las fiestas de la navidad una de las más bonitas tradiciones es la de los Reyes Magos, que tiene origen cristiano pero también componente popular. Ahora, los Reyes Magos, que siempre fueron más lo segundo que lo primero, comparten espacio con Santa Claus (papa Noel), que se ha instalado en el mundo por la fuerza económica y cultural  de los Estados Unidos. La tradición de los Reyes Magos, que nos llegó de España, es una de las representaciones y momentos más bonitos y sublimes de los niños. Es la ilusión de pedir juguetes y otras cosas después de haber hecho meritos, es un momento mágico y feliz para los niños que creen haberse portado bien y actuado correctamente; es un premio largo y ansiosamente esperado, es la ratificación anual de la justicia y la bondad.
Como casi todo en la vida, simbolismos aparte, es una festividad muy firme en la primera infancia, con dudas en la segunda y extinta un poco antes de la pubertad. Los contrastes de esas fechas tienen que ver con la desigualdad  social  y la marginación: niños dignos y buenos que no reciben nada porque sus Reyes Magos son muy pobres o se transformaron en esclavos y brujos por el sistema dominante.
Es asombrosa la representación que todos hacemos en torno a la tradición de los Reyes Magos, que cuando adquieren formas de los papás y las mamás, juntos o separados, nadie se enoja ni se desilusiona. Lo mágico del momento tiene que ver con la alegría  desbordada de los niños pero también con la satisfacción de los papás, difícilmente tan queridos y adorados después de esa etapa .Me chocan los grillos, politiqueros y falsos filántropos que utilizan esta costumbre para obtener popularidad, muchas veces con recursos públicos o ajenos de otro tipo.
Estas fiestas, con las modificaciones del tiempo y hasta de la mercadotecnia, nunca van a desaparecer, tienen vida propia y van a perdurar por los siglos de los siglos; es cuestión de fe, como todo en la religión y hasta en la vida; como la virgen de Guadalupe que, manejos eclesiales aparte, mueve a la mayoría de los mexicanos. Así que, con el anglosajón Santa Claus y todo, los tres Reyes Magos van a seguir despertando las ilusiones y las sonrisas de los niños.
Creo que todos alguna vez hicimos una carta a Melchor, a Gaspar y a Baltasar, es decir, creímos en la magia de nuestros personajes y apelamos a la compensación de nuestra buena conducta. Como adultos siempre estamos tentados a pedirle algo a los Reyes Magos, que riendo que exista en versión moderna o creyendo que podemos lograr algo de ciertos poderes mágicos. No es ingenuo, hay realismo y motivación, si hacemos una carta para el 2012, para México; pero hacerla a nosotros mismos y a los lideres, involucrándonos en los asuntos colectivos y asumiendo también un papel de liderazgo.
Que nuestra carta a los Reyes Magos, por llamarlos de alguna manera acorde al momento, sea una carta ciudadana que se dirija a los gobernantes, a la clase política, a los lideres en general, a las figuras públicas, a los empresarios y al pueblo. Que por medio de esa carta plasmemos nuestra opinión sobre el estado de cosas, donde se incluyan sentimientos y visiones, peticiones y exigencias, propuestas y plazos. Que en ese escrito de millones de personas, de voluntades, se hable de un país justo, en paz, sano, libre y de bienestar.
Nuestro pronunciamiento, seguido de acciones y compromisos, para que no sea un rollo y tomadura de pelo a los Reyes Magos, debe ir claramente contra la desigualdad, la injusticia, la pobreza, la violencia, la demagogia, la frivolidad, la ignorancia, el clasismo y el racismo. Debe ser nuestra declaración de principios, con derechos y obligaciones, de tal manera que no permitamos que algunos se hagan rosca, de la que sólo debe haber con muñequitos y chocolate el seis de enero.
Recadito: como decimos en el FAS y en el MOPI. ¡Amor y paz para el 2012!
urielfloresaguayo@hotmail.com

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