domingo, 29 de mayo de 2011

MANOS A LA PAZ; LO MÁS IMPORTANTE

ALGO MÁS QUE PALABRAS
Víctor Córcoba Herrero/ Escritor

Precisamos todas las manos del mundo para la paz. La de los indignados también. Si hemos de luchar que sea siempre con verso en ristre. Uno puede estar ofendido por mil razones, pero ha de ser paciente y creativo. La paciencia tiene más poder que la fuerza. Por otra parte, la creatividad requiere tener el valor de compartir y de desprenderse de uno mismo. Nos hace falta, sin duda, ser innovadores para ahuyentar la avaricia que nos come por dentro. Es cierto que la esperanza de poseer más no conoce límites y que acrecienta una corrupción que debemos detener con urgencia. Comprendo que algunos ciudadanos sientan furia por estos desatinos, pero cuidado con entregarse demasiado a la ira. Hasta la indignación tiene que ser ética. No vayamos a caer en el oportunismo alarmante.
            Indudablemente, la persona indignada no puede quedarse sólo en la denuncia, en decir basta, por mucha impotencia que sienta por sus venas, tiene que ofrecer remedio a los males. Nuestra lealtad es para las especies y el planeta. Hemos de sobrevivir todos. Y todos somos necesarios y precisos para cambiar el orbe. Desde luego, el mayor mal que deshonra al género humano siempre será la falta de entendimiento, las guerras en definitiva. El mal triunfa por culpa de la multitud, por aquellos que lo avivan, pero también por aquellos que lo consienten y no lo castigan. No es algo anónimo, surge de algo y de alguien.
            Lo más vejatorio es dejarse vencer por la maldad. El ser humano está llamado a fomentar actitudes nobles, a comprenderse, a dialogar mucho y a escuchar más. Por eso, estimo fundamental estar a la expectativa, sobre todo en el uso de los bienes de la tierra, a comprometernos con el bien común de toda la familia humana. Tenemos que salir de la indignación, con la quietud de que la ciudadanía mundial ha destruido todas las armas, de que la justicia no es excluyente, y de que la libertad es patria común.
            Una opinión equivocada puede ser tolerada donde la razón es libre de combatirla, dijo Thomas Jefferson. Por desgracia, nos acorrala una atmósfera de confusión permanente que no beneficia a nadie. Lo que es peor, genera desorden e injerta rabia. Para mí, lo más importante es ponernos a trabajar por la paz, pero de verdad, de modo y manera auténtica. Sin embargo, parece que hoy en día lo más ético es mostrar la indignación frente a un mundo tan cruel. Una crueldad que, como cualquier otro vicio, parte de las propias raíces humanas, que la única manera de que no enraícen es desterrándolas del planeta.
            Si no nos ponemos manos a la paz difícilmente podemos cambiar maneras de vivir. Los moradores se indignan ante una vida amenazada y aplastada por los poderosos, por los poderes corruptos, por las mafias que no entienden de éticas morales, por la obsesiva competitividad que llega a ser algo enfermizo. El hombre compitiendo contra el hombre. El hombre sin derechos humanos frente al poder. El hombre sobrecogido por el hombre mismo, que es un esclavo de la maquinaria imperial. En cualquier caso, creo que debemos sobreponernos a cualquier indignación y ponernos a pensar en la colectividad. Establecerse en la indignación sin avanzar también desestabiliza. Uno podrá estar en desacuerdo e indignarse por los acontecimientos injustos del momento, pero tampoco es lícito cargarse el Estado de Derecho. Hay que actuar bajo los resortes democráticos por muy incómodos que nos hallemos, y, en todo caso, mal que nos pese tampoco puede prevalecer el "yo" de los indignados sobre el "nosotros" de la sociedad que sí acata la legalidad vigente. Una ley debe ser ley porque es justa, y si no lo fuere, más que indignarse, debemos ponernos a trabajar para modificarla.
            La ley primera y primaria, que a todos nos incumbe, es la de sembrar paz. Amparar el Estado de Derecho es esencial para que el mantenimiento de la concordia entre culturas sea eficaz, lo que exige reforzar los sistemas de una justicia independiente, de unos gobiernos transparentes y de una economía humanizadora. Quedarse, pues, en la indignación porque sí y aletargarse en esa indignación, apenas va a servir de nada. A propósito, será bueno reflexionar sobre ese imprescindible Estado de Derecho, que el personal de paz de las Naciones Unidas celebra el 29 de mayo. Ellos, que saben lo que es dar la vida por la paz, son los mejores guías para sacarnos de esa indignación que parece haberse puesto de moda.
            Es verdad que el mundo del mañana ya no puede pensarse igual que el de ayer. Esta toma de conciencia universal es la que nos hará progresar. Al dolor, a la pena, a la indignación, debemos entre todos darle una respuesta de paz. Ahora bien, la solución del pasado tampoco sirve para el mundo presente. Nos hemos para bien o para mal globalizado. Y desde esa globalización, de forma unitaria, mancomunada si se quiere, han de brotar los pensamientos que nos lleven al cambio. No podemos esperar más. Cada día se suman más indignados al tren del desconcierto. La crisis actual nos obliga a todos a poner los cimientos de una nueva gobernanza mundial. Nadie puede quedar al margen de nada. Es mucho lo que tenemos que hacer y hemos de hacerlo unidos. El mercado no puede imponer las normas, son las personas las que tienen que proponerlas y luego aprobarlas. La justicia tiene que hacer justicia y acabar con los corruptos, con los paraísos fiscales, con el capitalismo deshumanizador. La tarea es grandiosa pero hay que realizarla. Querer es poder. No hacer nada, dejarnos llevar por el desconsuelo, caer en una crónica indignación, es otro cáncer más. Por consiguiente, manos a la acción, sabiendo -como dijo Amado Nervo- que hay algo tan necesario como el pan de cada día, y es la paz de cada día; la paz sin la cual el mismo pan es amargo. Para conseguirlo, o caminamos todos juntos o nunca hallaremos la armonía.
corcoba@telefonica.net 

sábado, 28 de mayo de 2011

¿Y para cuándo el Movimiento "Mexicanos hasta la M"?

DE INTERÉS PÚBLICO
Emilio Cárdenas Escobosa
20 de mayo de 2011

El Movimiento 15-M que inició en España y se extiende ya a varios países europeos es una airada movilización de protesta de miles de indignados ciudadanos, mayoritariamente jóvenes desempleados, que se declaran hartos de la desatención de sus gobiernos, de la simulación de los partidos políticos, de la voracidad de banqueros y empresarios, de la corrupción de su clase política, y de una larga lista de lacras que también padecemos multiplicadas ad infinitum en nuestro país.
Allá, en la madrileña Puerta del Sol, cada día crece el número de inconformes, atizados por ciberconvocatorias hechas vía las redes sociales, y el fenómeno está ya presente en las principales ciudades del país Ibérico, siguiendo las pautas de las protestas que han hecho caer gobiernos en el mundo árabe. El ejemplo empieza a cundir en otras naciones y según analistas puede ser el preludio de movilizaciones internacionales como las que conmocionaron al mundo occidental en 1968.
Al grito de “no somos mercancía en manos de banqueros y políticos”, un heterogéneo grupo de ciudadanos contestatarios, profundamente insatisfechos con lo que sus gobiernos y el sistema político les ofrecen como alternativa de vida, han decidido tomar las calles y cuestionar cuánto haya que cuestionarse a una situación de desempleo, falta de oportunidades y especialmente de ensimismamiento y refracción a la crítica de una clase política que ha dado fehacientes muestras de autismo para hacer frente a una severa crisis económica que tiene al 43 por ciento de los jóvenes españoles en el desempleo.
Ahora estas protestas, que se reproducen en capitales europeas y en el epicentro se intensifican de cara a la jornada electoral que tendrá ese país el domingo 22 en unos comicios autonómicos y municipales en los que la tendencia ganadora es hasta ahora del conservador Partido Popular, sirven de termómetro a muchos analistas para medir el impacto de este fenómeno social y observar cómo las revueltas que recién sacudieron a varias naciones árabes han encontrado ahora eco en naciones donde la exigencia no es por una transición democrática, sino para cuestionar a una democracia vacía de contenidos y que se limita, en la mayoría de los casos,  a la celebración periódica de elecciones, donde el votante debe conformarse en sufragar por el único catalogo de partidos existente para que lleguen al poder políticos que pocas veces rinden cuentas a los gobernados, que se ocupan más en salvamentos a banqueros, hacer negocios o pensar solo en la próxima elección, que en trabajar para revertir la grave crisis económica que irrita a la población.
El caso del hartazgo de esas sociedades y su activismo para cuestionar el estado de cosas, contrasta notablemente con el caso de nuestro país, donde no son menos los problemas que nos agobian y que mantienen en la frustración y el desencanto a amplias franjas de la sociedad, cuya crispación se potencia ante la explosión delictiva que nos hace vivir con miedo. Poco importan la inseguridad ciudadana, la crisis económica, el empobrecimiento de las clases medias, la condena a la miseria de millones de mexicanos, cuando observamos el francamente cínico y deplorable comportamiento de nuestros políticos que viven en otro mundo, distante años luz, del de las angustias cotidianas de la gente; más ocupados en defender sus intereses y sus negocios, con la mirada y la atención puestas, hoy por hoy, en la elección federal del 2012 y el reparto del pastel que vendrá tras los comicios del próximo año.
En ese escenario, donde la inconformidad ciudadana no pasa de expresarse amargamente en el seno de la familia, en los círculos de amigos, en el café y eventualmente en la participación en efímeros movimientos o marchas para exigir respeto al voto, mayor seguridad o asuntos concretos del interés de transportistas, taxistas, colonos o ciudadanos que reclaman una obra pública prometida y no realizada, decisiones administrativas que les afectan, que se haga justicia ante algún abuso de autoridad. Pero en todos los casos, son manifestaciones aisladas, con demandas que luego de ser satisfechas o mediatizadas, o peor aún, relegadas al cajón de los asuntos sin importancia de nuestras burocracias, no conmueven a otros más allá de a los directamente interesados, a las víctimas de estos hechos o abusos. Mientras, el grueso de la población sigue su vida, mirando de lejos a los que protestan, satanizándolos las más de las veces porque “afectan a terceros”, creyendo que lo malo les pasa a otros, no a uno, pensando que ya Dios proveerá, que el próximo gobernante “a ver si nos sale mejor que el anterior”. El Conformismo, la abulia, el desinterés por hacer algo para cambiar la situación, nos lastran.
¿Cuándo veremos en México movilizaciones de protesta de verdad, que no se arredren; con líderes o activistas que no se arreglen “en lo oscurito” con los negociadores gubernamentales, que sean persistentes y tengan la convicción de que no hay gobierno ni acción gubernamental que resista una ola creciente de protestas ciudadanas y el rechazo mayoritario a políticas públicas o decisiones que afectan a la población? ¿Será por eso que tenemos a una clase política como la nuestra? ¿Será cierto, entonces, que cada pueblo tiene el gobierno que se merece?
Frente a la elección presidencial del 2012, sin duda, los mexicanos tienen la oportunidad de hacerlo. Porque es evidente que existe la percepción generalizada de que todo está resuelto y el PRI volverá al poder, que ya no hay más que hacer ante la pobreza de opciones en el PAN, las disputas eternas en la izquierda y, en general, por el hecho de que no hay más alternativas en nuestro sistema de competencia electoral. Lo que ofrecerán en las campañas políticas los candidatos de las tres principales formaciones políticas es previsible: combatir a la delincuencia, más programas asistenciales, reactivar la economía, atacar la pobreza extrema, entre un sinfín de temas que veremos en miles y miles de spots de televisión y toneladas de propaganda-basura. Esa historia ya la hemos visto muchas veces, y ya sabemos, por desgracia, cuáles son sus resultados.
Que interesante y alentador sería que ese año los mexicanos supiéramos decir ya basta al estado de cosas y plantarle cara a la inseguridad, la simulación, las promesas que no se cumplirán y la corrupción que envilece nuestra vida pública y degrada a las instituciones. Sin duda, serían miles y miles,  a lo largo y ancho del país, los que se sumarían a una convocatoria como la que mantiene hoy tan activos a los españoles, y que en las naciones islámicas han llevado a la dimisión de gobernantes y a la caída de regímenes que se antojaban eternos. Querer es poder, y los mexicanos algún día debemos despertar. ¿Será de verdad tan difícil?
¿O será cierto que nosotros aguantamos todo y que como buena raza de broce, el abuso y la torpeza del poder nos hacen lo que el viento a Juárez? A que le tiras cuando sueñas mexicano….

miércoles, 25 de mayo de 2011

El costo de la impunidad

Zona de Reflexión
Lucía Lagunes Huerta*

México, DF, 24 may 11 (CIMAC).- A dos meses de que se cumplan los tres años de que CIMAC fuera allanada, nuevamente nuestras instalaciones son violentadas, tratando de hacer daño a quienes construimos todos los días un periodismo que da voz a las mujeres y niñas para exigir sus derechos, defiende la libertad de expresión y el trabajo de las defensoras de Derechos Humanos.
Hace casi tres años nos vimos envueltas en la estadística de agresiones contra medios de comunicación y defensoras de Derechos Humanos.
Iniciamos entonces la averiguación previa FCH/CUH-6/T2/1195/08-07, las primeras investigaciones se hicieron y luego nada, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) decidió tres meses después archivar el expediente y enviarlo al no ejercicio de la acción penal ante falta de un sospechoso y elementos para la investigación, todo ello sin informarnos.
Con esta decisión se mandó la agresión contra CIMAC a las estadísticas de la impunidad. Esta decisión dejó en la vulnerabilidad a nuestro medio. Se sabe que la impunidad tiene un costo, la puerta abierta para que vuelva a ocurrir otra agresión, el precio de la impunidad lo pagamos las víctimas.
Por eso nuevamente CIMAC está enfrentando una nueva agresión, pese a las exigencias internacionales y nacionales para aclarar los hechos, estos nunca fueron esclarecidos, hoy nuevamente exigimos que la PGJDF haga su trabajo y resuelva esta nueva agresión, la cual quedó registrada este lunes en la averiguación previa FCH/CUH-6/T2/00948/11-05.
Ayer por la mañana nos dimos cuenta de la violencia contra nuestra instalaciones, nuevamente las chapas fueron botadas, la violencia fue tal que arrancaron de su marco una de las puertas, nuestros documentos tirados al piso, cajones, archiveros, bodegas, centro de documentación… todo fue revisado.
El cable del internet fue cortado, equipo de cómputo de la administración, de la redacción, de redes, de TVCimac  junto con su cámara fueron robados.
Nuevamente la indignación llena nuestra casa, somos un medio de comunicación nacido de una organización civil. Nuestro trabajo de 23 años ha dado seguimiento al feminicidio en Juárez  y en el país, hemos dado seguimiento a la violación de mujeres por parte de militares, la lucha feminista contra quienes penalizan el aborto e intentan derribar los avances ganados.
Todo con el esfuerzo cotidiano de quienes construimos CIMAC día a día, con las periodistas de los estados que nos acompañan a través de la Red Nacional, y las periodistas de otras partes del mundo a través de distintas Redes.
La impunidad implica un alto precio para quienes somos violentadas, por eso exigimos a la Procuraduría capitalina no cometer el mismo agravio que hace tres años, queremos saber quién violentó nuestra casa, quién nos quitó nuestras herramientas de trabajo y el móvil de esta agresión.
Queremos justicia efectiva y expedita. Ya basta de impunidad.
* Directora general de CIMAC A.C.