miércoles, 29 de junio de 2016

Nosotros los ricos, ustedes los chairos

De Interés Público
Yuri Cárdenas Moreno

Leí en redes sociales hace unos minutos la carta que Francisco Martín Moreno dirige a Andrés Manuel López Obrador. Don Francisco comienza mostrándose parcialmente de acuerdo con los postulados del dirigente de Morena, “¿quién no quiere que las cosas mejoren?”, acto seguido, lo que comienza a ser una crítica de sus métodos, de repente cambia, y aunque sea totalmente válido que el escritor no comulgue con el punto de vista de Obrador, su carta se transforma en una lista de reproches e insultos separados por comas- “Inadaptado, Pendenciero, Pandillero”- , de aseveraciones que no son ciertas- “vives como rico” “quieres frenar la inversión extranjera”-, y repeticiones de algunas famosas frases de campaña como “Eres un peligro”; y las palabras del señor dejan de ser suyas, se nota que la voz de alguien más enojado que él, alguien detrás de él, habla por él. Y yo me pregunto: ¿Cuánto le habrán pagado al afamado pseudo historiador de best sellers para escribir una carta tan pero tan resentida, tan burda para un escritor tan “culto”? Y que conste que no dije que no tenga derecho a discrepar.

Sin embargo, este texto ni siquiera intenta versar sobre la opinión patrocinada del señor Francisco Martin Moreno. No. Algo más de esa publicación fue lo que me motivó a escribir y compartir mis pensamientos después de casi 3 años de no hacerlo.

Los comentarios seguidos de la publicación en Facebook, hervían entre insultos y elogios a las palabras del escritor, pero eso es normal, es bueno, que haya debate, que haya diversidad de opiniones sobre qué proyecto es mejor que otro, sin embargo, no es un debate del todo válido cuando surgen palabras como “nacos” o “morenacos”, “chairos”, “huevones”, “pinches pobres”, “revoltosos”, entre otras mucho peores.

En primer lugar, estoy casi segura de que los que aplauden a Francisco Martin Moreno, no han leído un sólo libro del señor en toda su vida y por lo tanto no saben que él hace libros sobre la historia de México que se venden como pan caliente en los Sanborn’s de todo el país. Con la facilidad con que se hornea un pastel, él publica y publica tomos en los que señala a la iglesia, señala a los sindicatos, señala a los personajes negros de la historia del México decimonónico, pero siempre se olvida de señalar a la clase que hoy nos gobierna, ¿casualidad? ¿O acaso defiende al papá gobierno que le ha dado cobijo entre sus filas durante toda su vida como funcionario público?

Y en segundo lugar, no, no soy de las que piensan que Obrador es un mesías, venido a la Tierra a salvarnos del Apocalipsis, yo sí vote por Obrador, pero no por las razones que todos ya empiezan a imaginar.

Yo sólo creo que a este país le hace falta probar la alternancia, madurar de una buena vez y aprender que al Estado lo sostenemos nosotros, no la clase gobernante.

Que si los priistas roban, pues se van al diablo, y si los panistas roban, también se van, y si los de Morena tampoco nos responden, pues al carajo también. Ensayo y error, hasta que las cosas y los actores se vean forzados a cambiar. Hasta que ejerzamos nuestra soberana autoridad sobre quien nos gobierna, y no al revés.

Leer comentarios de personas mexicanas llamando “chairos mugrosos” a otras personas mexicanas me hiela la sangre. Ver como los jóvenes que tienen un poco más de dinero humillan a los que no lo tienen, distinguen tonos de piel, acentos, códigos postales y hasta olores, me hace sentir que vivo en el infierno, entre demonios. ¿Qué diablos nos creemos? ¿Por qué somos mejores unos que otros? ¿Porque tenemos un coche? ¿Porque vamos al gimnasio y tomamos una selfie para subirla a nuestro Instagram? ¿Porque para entrar a nuestra casa hay que pasar por un filtro de seguridad privada? ¿Eso realmente es ser mejor que alguien que vive en una casa de techo de lámina?

Es patético, realmente triste, ver que la clase media y media baja, que es la clase que más acceso tiene a la información y a la acción social, sea una clase de aspiracionistas frustrados, que no se aceptan, que se endeudan hasta el cuello para comprar cosas que los hagan parecer mejores, que escupen a la izquierda porque “es de nacos”, como si ellos no fueran lamentables usando copias baratas de prendas de marca y fingiendo ante todos que son auténticas, haciéndose un corte de cabello que no les favorece sólo porque es el que usan todos, adorando a los mirreyes y las ladys, y riéndose a carcajadas con películas como ¿Qué culpa tiene el niño?, porque se burlan de la clase “apestosa y corriente”, que no son ellos, porque ellos son “más blanquitos que el barrendero” y jamás harían las “chairadas” que esa gente hace.

Y no se dan cuenta de que toooda su mediocridad, toooda su frustración, y sus ataques ponzoñosos vienen de la impotencia, de la imposibilidad que todos tenemos en este país de vivir una vida digna, en un lugar digno, donde todos nos sintamos escuchados, protegidos y completos.

Un país que seguimos dejando día tras día en manos de aves de rapiña, predadores que abusan de nosotros, y nosotros lamemos la yunta, aplaudimos a nuestro presidente por sus magníficas reformas; reformas llevadas a cabo en un país lleno de atrasos y corrupción, que no sirven si todo el sistema está podrido.

Pero como no se informan, como no leen, no estudian, creen que Paulo Coehlo es literatura seria, que la política es igual que en la serie House of Cards y guían su opinión por lo que leen en Reforma y ven en los noticieros de Televisa, o peor, por los memes y publicaciones que les llegan a sus redes sociales de páginas patéticas como “El Puma Capitalista”, entonces mal opinan, y critican e insultan, y no se ven en el espejo, vueltos “orcos”, vueltos los malos, los culpables de todo.

La peor clase que puede haber, es la que siendo esclava, alaba las cadenas.

No se trata de Obrador, o de Anaya, o de Zavala o de Beltrones, nunca se ha tratado de ellos, se trata de nosotros, de que los veamos a ellos como herramientas para obtener lo que necesitamos, lo que hace falta para crecer.

Mientras sigamos siendo “Los Olvidados”, “Los de Abajo”, “Los Agachados”, “Los Vencidos”, “Los conquistados”, o peor, “Nosotros los ricos, ustedes los pobres”, y toda esa basura que hemos heredado con los siglos, nuestro sentimiento de inferioridad y de autodesprecio jamás va a desaparecer.

Y eso es lo que les estamos heredando a los niños: el odio y el insulto a los pobres, el servilismo y la adulación a los ricos y corruptos; y la autonegación en pos de un estereotipo que sólo existe en nuestras series de televisión y películas favoritas.

Espero no herir susceptibilidades, pero leer algunos comentarios que vienen de la más profunda ignorancia en los espacios públicos me enferma, me entristece.

Y aunque escribir aquí a veces es como lanzar una pluma al viento, supongo que es el espacio que tengo como habitante de este siglo para que mis palabras lleguen a un par de ojos o dos, con la ingenua esperanza de que al menos una reflexión sincera nazca de ellas.

domingo, 12 de junio de 2016

Refugios para periodistas. Qué tristeza.

Miradas de reportero
Rogelio Hernández López

De veras, me invadió la tristeza al mirar la fotografía donde Miguel Ángel Mancera entregaba la llave de una casa refugio en la Ciudad de México para periodistas en riesgo de otras entidades.
Ese momento debía darme gusto porque el refugio es una necesidad ingente y una demanda que hizo la Casa de los Derechos de Periodistas (CDP) desde 2010 y que por fin, esa mañana del 7 de junio, comenzó a materializarse. Me explico.
Tras esa imagen y la noticia --bastante difundida por los Enlaces de la CDP-- muchos periodistas reaccionaron de distintas maneras: la mayoría dio muestras de aquiescencia o gusto sincero, hubo también expresiones de escepticismo o curiosidad. 
E igualmente desde el mismo día, casi de inmediato, aparecieron cuatro casos de colegas mujeres y hombres de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Veracruz que necesitan ese refugio y más protección. Ese es el gran tema.
Creo, como las y los asociados de la CDP que no debería haber necesidad de que ningún periodista tenga que huir, con miedo, para proteger su vida y su integridad emocional.
Eso lo hemos visto en 24 colegas que se han desplazado a la capital del país de sus lugares de trabajo de Michoacán, Durango, la Huasteca, Veracruz, Tamaulipas, Guerrero...  Hemos testificado como se han truncado varios senderos de vida, lazos amistosos y a veces hasta los familiares. La mayoría, por más apoyo que reciban quedarán con severos desequilibrios emocionales. 
Hemos insistido por años en que son demasiadas mujeres y hombres que ejercen labores de periodistas en situación de alta vulnerabilidad y que, en contraparte, las entidades de protección gubernamental (que ha logrado un todavía debil movimiento de periodistas mexicanos y organismos  internacionales solidarios) no funcionan proporcionalmente a los altos niveles de violencia, de amenazas, de agravios, de vidas quebradas en vida.
LO TÉTRICO
Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos apenas está asumiendo la función que debió realizar desde el año 2000 cuando comenzó este tétrico ciclo. El 8 de febrero de este año su Consejo Consultivo emitió su Recomendación General 24 donde recapitula que, en lo general, no se atienden sus dictámenes para proteger derechos de los periodistas y que la situación de estos ha empeorado paulatinamente.
El 7 de junio ofreció sus datos más actualizados:
“México (es) en uno de los países con más número de agresiones”;
“...en lo que va de 2016, siete periodistas han sido asesinados en el país”;
“Ya suman 114 los asesinatos contra periodistas desde el año 2000”;
“Además 20 están desaparecidos desde 2005”;
“Se ha atentado contra 49 medios de comunicación desde 2006”.
Autoridades, fuerzas de seguridad, poderes fácticos y el crimen organizado, en ese orden, son los agresores de periodistas y medios y no son castigados. Con esta afirmación coincidimos todos los que llevamos registros. Y también que la impunidad es el flagelo adicional.
Las agresiones, de acuerdo a los registros de la CDP y de Artículo 19 siguen creciendo, con un promedio anual de 340 desde 2012. 
“El índice de impunidad que persiste en las agresiones contra el gremio es del 90 por ciento”, concluye la CNDH.
Todo esto debiera aterrar a los responsables de brindar seguridad y en especial a los responsables de las instancias de protección al ejercicio del periodismo y la libertad de expresión. Pero, otro ejemplo:  no hemos escuchado nunca al Presidente Enrique Peña Nieto pronunciarse pública y explícitamente contra esta horrenda situación.
Frente a eso, una reacción defensiva en el gremio del periodismo ha sido crear organizaciones para la autoprotección y la denuncia. Una de estos organismos civiles es la CDP que nació desde 2010 con el objetivo de impulsar la autoprotección, reducir vulnerabilidades de las y los periodistas, lograr uno o varios programas oficiales de prevención, leyes, fiscalías especializadas, aumento de fortalezas profesionales y laborales, todo ello dentro de una estrategia de protección integral. La demanda más concreta ha sido crear un primer refugio en la Ciudad de México, de los muchos que se necesitan en el país.
Frente a todo eso, un refugio es apenas una vaso de agua para todo el mar de apoyos que se necesitan. Y la CDP es una modesta instancia de socorro y acompañamiento. Losa periodistas necesitan más instrumentos cómo este.
EL REFUGIO
En los próximos días la Asamblea de Asociados de la CDP afinará sus protocolos de protección cautelar para atender periodistas en alto riesgo, de protección correctiva y de protección preventiva. Seguramente propondrá al gobierno de la Ciudad de México un convenio -- adicional al que ya tiene firmado-- para garantizar los cercos de seguridad, el mantenimiento, los víveres, los apoyos psicológicos y los médicos de emergencia y el seguro del desempleo; tendremos que convenir en los protocolos de evaluación del nivel de riesgo, en un reglamento común de estancia y permanencia en el refugio de las y los colegas que realmente lo necesiten.
Hay que subrayar que los civiles no tenemos obligación de proporcionar seguridad, eso es obligación de las instancias del Estado. Lo que si podemos hacer, como lo hemos hecho desde hace cinco años, es encontrar y brindar la solidaridad con nuestros colegas para enlazarnos y protegernos mutuamente. Y si para eso encontramos apoyos de servidores públicos como los del gobierno de la Ciudad de México, el resultado será mejor. Sin embargo, faltará mucho más, leyes y medidas de protección integral en todo México. 
Mientras se necesitarán muchos refugios, pero no podremos eludir la tristeza de tenerlos.

miércoles, 8 de junio de 2016

El diarismo mágico

Crónicas urgentes
Claudia Constantino

Acaso una de las profesiones más controvertidas que existen sea el periodismo. Bien porque son muchas las profesiones que desembocan en esta labor, por los extraños caminos que muchos de sus practicantes recorren antes de volverse periodistas (RAE: “Persona profesionalmente dedicada en un periódico o medio audiovisual a tareas de información o de creación de opinión”.), bien porque la ética es un recurso indispensable para su ejercicio.
En México y en Veracruz, el ejercicio periodístico ha pasado muy malos ratos en el pasado reciente. El manual de estilo ha sido cambiado por la inmediatez. Se pondera subir a la red la noticia, antes que la estética o correcta forma de las notas periodísticas, o incluso la veracidad de los contenidos. Los atentados estéticos que se cometen a diario están plenamente justificados por la exclusiva o la celeridad con que se da a conocer un hecho que es noticia.
La relación con el poder, también pone en serios aprietos al periodismo veracruzano.  El poder económico que ejercen los actores políticos tiene efectos directos en los contenidos de los medios de comunicación. Y así, se volvió más importante el boletín de prensa que el compromiso de informar.
Para los profesionales del periodismo es cada vez más complicado destacarse por su búsqueda de la verdad o la exposición de temas de interés público. Los reporteros muchas veces son censurados por sus propios medios a razón de “mantener la línea editorial”.  Hacer reportajes se ha convertido en algo arcaico pues el gran público ya no lee artículos extensos. Hoy se premia la capacidad de síntesis que ha devenido elipsis pura.
Son muy pocos los medios que conservan esa mística que premia la buena crónica, la entrevista inteligente, el reportaje de fondo, la investigación oportuna. Los premios de periodismo son más un asunto político que real reconocimiento a una labor destacada.  Pocos son los periodistas que pueden vivir dignamente del pago de su trabajo.  Los sueldos que ofrecen los medios de comunicación están muy por debajo de otras profesiones. Los esfuerzos por dignificar la profesión son vanos, aislados e insuficientes.
Y por si fuera poco, lo que muestra este escenario, los vicios en la relación entre el periodismo y el círculo del poder, ha enfrentado al gremio como nunca. Aquel código elevado al nivel de fraternidad de “perro no come perro” cayó en desuso. Hoy los periodistas se atacan públicamente, se descalifican, se insultan, al más puro estilo de los políticos, sin mejores argumentos que el denuesto.
Otra cosa le hubiese aprendido el gremio periodístico a la clase política que tanto los manosea: inteligencia y unidad, por ejemplo. Pero tampoco sorprende que en este diarismo mágico en el que se desempeña la labor periodística, donde cada día todo puede suceder, donde se puede acabar narrando lo más extraño e inimaginable; los periodistas sucumban a la pasión desbordada, a las manifestaciones más profusas de pasión y hasta frustración. A menudo, lo que hay para contarle al gran público no es grato.
Ya lo decía Gabriel García Márquez cuando lo señalaban como periodista: “es el mejor oficio del mundo”, y advertía “aunque se sufra como perro”.  Y por eso debe de ser que tantos quieran ejercerlo, otros defenderlo y, los menos, dignificarlo.  Muchos son los trabajos que pasan estos últimos para lograrlo, vaya para ellos reconocimiento y aplausos.
El gran público, los lectores, siempre sabrán reconocer a un buen periodista cuando lo leen, lo escuchan o lo ven por algún medio electrónico. Ese es y seguirá siendo el único hilo conductor que engarce a hombres y mujeres dispuestos a rescatar ese buen periodismo que siempre ha existido y que se abre paso en medio de la dificultad y la vocación corruptora del poder y los intereses.
En el día de la libertad de expresión, sirva para algo decir que los lectores siguen ahí y que los más inteligentes siguen ávidos de buenas historias, de crónicas diferentes, de noticias que bordeen el boletín, de investigaciones que develen verdades necesarias. Larga vida al buen periodismo y que en su transformación nunca pierda su esencia: “iluminar la realidad; a la verdad”, como dice Carl Bernstein, el veterano periodista estadounidense que develó al lado de Bob Woodward el escándalo Watergate.

Cualquier comentario para esta columna que reconoce a los buenos periodistas a:
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