domingo, 12 de junio de 2016

Refugios para periodistas. Qué tristeza.

Miradas de reportero
Rogelio Hernández López

De veras, me invadió la tristeza al mirar la fotografía donde Miguel Ángel Mancera entregaba la llave de una casa refugio en la Ciudad de México para periodistas en riesgo de otras entidades.
Ese momento debía darme gusto porque el refugio es una necesidad ingente y una demanda que hizo la Casa de los Derechos de Periodistas (CDP) desde 2010 y que por fin, esa mañana del 7 de junio, comenzó a materializarse. Me explico.
Tras esa imagen y la noticia --bastante difundida por los Enlaces de la CDP-- muchos periodistas reaccionaron de distintas maneras: la mayoría dio muestras de aquiescencia o gusto sincero, hubo también expresiones de escepticismo o curiosidad. 
E igualmente desde el mismo día, casi de inmediato, aparecieron cuatro casos de colegas mujeres y hombres de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Veracruz que necesitan ese refugio y más protección. Ese es el gran tema.
Creo, como las y los asociados de la CDP que no debería haber necesidad de que ningún periodista tenga que huir, con miedo, para proteger su vida y su integridad emocional.
Eso lo hemos visto en 24 colegas que se han desplazado a la capital del país de sus lugares de trabajo de Michoacán, Durango, la Huasteca, Veracruz, Tamaulipas, Guerrero...  Hemos testificado como se han truncado varios senderos de vida, lazos amistosos y a veces hasta los familiares. La mayoría, por más apoyo que reciban quedarán con severos desequilibrios emocionales. 
Hemos insistido por años en que son demasiadas mujeres y hombres que ejercen labores de periodistas en situación de alta vulnerabilidad y que, en contraparte, las entidades de protección gubernamental (que ha logrado un todavía debil movimiento de periodistas mexicanos y organismos  internacionales solidarios) no funcionan proporcionalmente a los altos niveles de violencia, de amenazas, de agravios, de vidas quebradas en vida.
LO TÉTRICO
Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos apenas está asumiendo la función que debió realizar desde el año 2000 cuando comenzó este tétrico ciclo. El 8 de febrero de este año su Consejo Consultivo emitió su Recomendación General 24 donde recapitula que, en lo general, no se atienden sus dictámenes para proteger derechos de los periodistas y que la situación de estos ha empeorado paulatinamente.
El 7 de junio ofreció sus datos más actualizados:
“México (es) en uno de los países con más número de agresiones”;
“...en lo que va de 2016, siete periodistas han sido asesinados en el país”;
“Ya suman 114 los asesinatos contra periodistas desde el año 2000”;
“Además 20 están desaparecidos desde 2005”;
“Se ha atentado contra 49 medios de comunicación desde 2006”.
Autoridades, fuerzas de seguridad, poderes fácticos y el crimen organizado, en ese orden, son los agresores de periodistas y medios y no son castigados. Con esta afirmación coincidimos todos los que llevamos registros. Y también que la impunidad es el flagelo adicional.
Las agresiones, de acuerdo a los registros de la CDP y de Artículo 19 siguen creciendo, con un promedio anual de 340 desde 2012. 
“El índice de impunidad que persiste en las agresiones contra el gremio es del 90 por ciento”, concluye la CNDH.
Todo esto debiera aterrar a los responsables de brindar seguridad y en especial a los responsables de las instancias de protección al ejercicio del periodismo y la libertad de expresión. Pero, otro ejemplo:  no hemos escuchado nunca al Presidente Enrique Peña Nieto pronunciarse pública y explícitamente contra esta horrenda situación.
Frente a eso, una reacción defensiva en el gremio del periodismo ha sido crear organizaciones para la autoprotección y la denuncia. Una de estos organismos civiles es la CDP que nació desde 2010 con el objetivo de impulsar la autoprotección, reducir vulnerabilidades de las y los periodistas, lograr uno o varios programas oficiales de prevención, leyes, fiscalías especializadas, aumento de fortalezas profesionales y laborales, todo ello dentro de una estrategia de protección integral. La demanda más concreta ha sido crear un primer refugio en la Ciudad de México, de los muchos que se necesitan en el país.
Frente a todo eso, un refugio es apenas una vaso de agua para todo el mar de apoyos que se necesitan. Y la CDP es una modesta instancia de socorro y acompañamiento. Losa periodistas necesitan más instrumentos cómo este.
EL REFUGIO
En los próximos días la Asamblea de Asociados de la CDP afinará sus protocolos de protección cautelar para atender periodistas en alto riesgo, de protección correctiva y de protección preventiva. Seguramente propondrá al gobierno de la Ciudad de México un convenio -- adicional al que ya tiene firmado-- para garantizar los cercos de seguridad, el mantenimiento, los víveres, los apoyos psicológicos y los médicos de emergencia y el seguro del desempleo; tendremos que convenir en los protocolos de evaluación del nivel de riesgo, en un reglamento común de estancia y permanencia en el refugio de las y los colegas que realmente lo necesiten.
Hay que subrayar que los civiles no tenemos obligación de proporcionar seguridad, eso es obligación de las instancias del Estado. Lo que si podemos hacer, como lo hemos hecho desde hace cinco años, es encontrar y brindar la solidaridad con nuestros colegas para enlazarnos y protegernos mutuamente. Y si para eso encontramos apoyos de servidores públicos como los del gobierno de la Ciudad de México, el resultado será mejor. Sin embargo, faltará mucho más, leyes y medidas de protección integral en todo México. 
Mientras se necesitarán muchos refugios, pero no podremos eludir la tristeza de tenerlos.

miércoles, 8 de junio de 2016

El diarismo mágico

Crónicas urgentes
Claudia Constantino

Acaso una de las profesiones más controvertidas que existen sea el periodismo. Bien porque son muchas las profesiones que desembocan en esta labor, por los extraños caminos que muchos de sus practicantes recorren antes de volverse periodistas (RAE: “Persona profesionalmente dedicada en un periódico o medio audiovisual a tareas de información o de creación de opinión”.), bien porque la ética es un recurso indispensable para su ejercicio.
En México y en Veracruz, el ejercicio periodístico ha pasado muy malos ratos en el pasado reciente. El manual de estilo ha sido cambiado por la inmediatez. Se pondera subir a la red la noticia, antes que la estética o correcta forma de las notas periodísticas, o incluso la veracidad de los contenidos. Los atentados estéticos que se cometen a diario están plenamente justificados por la exclusiva o la celeridad con que se da a conocer un hecho que es noticia.
La relación con el poder, también pone en serios aprietos al periodismo veracruzano.  El poder económico que ejercen los actores políticos tiene efectos directos en los contenidos de los medios de comunicación. Y así, se volvió más importante el boletín de prensa que el compromiso de informar.
Para los profesionales del periodismo es cada vez más complicado destacarse por su búsqueda de la verdad o la exposición de temas de interés público. Los reporteros muchas veces son censurados por sus propios medios a razón de “mantener la línea editorial”.  Hacer reportajes se ha convertido en algo arcaico pues el gran público ya no lee artículos extensos. Hoy se premia la capacidad de síntesis que ha devenido elipsis pura.
Son muy pocos los medios que conservan esa mística que premia la buena crónica, la entrevista inteligente, el reportaje de fondo, la investigación oportuna. Los premios de periodismo son más un asunto político que real reconocimiento a una labor destacada.  Pocos son los periodistas que pueden vivir dignamente del pago de su trabajo.  Los sueldos que ofrecen los medios de comunicación están muy por debajo de otras profesiones. Los esfuerzos por dignificar la profesión son vanos, aislados e insuficientes.
Y por si fuera poco, lo que muestra este escenario, los vicios en la relación entre el periodismo y el círculo del poder, ha enfrentado al gremio como nunca. Aquel código elevado al nivel de fraternidad de “perro no come perro” cayó en desuso. Hoy los periodistas se atacan públicamente, se descalifican, se insultan, al más puro estilo de los políticos, sin mejores argumentos que el denuesto.
Otra cosa le hubiese aprendido el gremio periodístico a la clase política que tanto los manosea: inteligencia y unidad, por ejemplo. Pero tampoco sorprende que en este diarismo mágico en el que se desempeña la labor periodística, donde cada día todo puede suceder, donde se puede acabar narrando lo más extraño e inimaginable; los periodistas sucumban a la pasión desbordada, a las manifestaciones más profusas de pasión y hasta frustración. A menudo, lo que hay para contarle al gran público no es grato.
Ya lo decía Gabriel García Márquez cuando lo señalaban como periodista: “es el mejor oficio del mundo”, y advertía “aunque se sufra como perro”.  Y por eso debe de ser que tantos quieran ejercerlo, otros defenderlo y, los menos, dignificarlo.  Muchos son los trabajos que pasan estos últimos para lograrlo, vaya para ellos reconocimiento y aplausos.
El gran público, los lectores, siempre sabrán reconocer a un buen periodista cuando lo leen, lo escuchan o lo ven por algún medio electrónico. Ese es y seguirá siendo el único hilo conductor que engarce a hombres y mujeres dispuestos a rescatar ese buen periodismo que siempre ha existido y que se abre paso en medio de la dificultad y la vocación corruptora del poder y los intereses.
En el día de la libertad de expresión, sirva para algo decir que los lectores siguen ahí y que los más inteligentes siguen ávidos de buenas historias, de crónicas diferentes, de noticias que bordeen el boletín, de investigaciones que develen verdades necesarias. Larga vida al buen periodismo y que en su transformación nunca pierda su esencia: “iluminar la realidad; a la verdad”, como dice Carl Bernstein, el veterano periodista estadounidense que develó al lado de Bob Woodward el escándalo Watergate.

Cualquier comentario para esta columna que reconoce a los buenos periodistas a:
Aerodita_constantino@hotmail.es
Twitter: @aerodita