domingo, 16 de agosto de 2015

La cultura no es negocio

Crónicas Urgentes
Claudia Constantino

Hace año y medio comenzó a fraguarse un proyecto cultural alternativo que lleva por nombre Bar de Poesía. Con el nombre se pretendía divulgar el concepto, por principio, que emulara a uno de esos bares de poesía madrileños, donde los parroquianos leen sus versos o poemas favoritos al micrófono, en un escenario.  Pero en Xalapa pocos sabían de estos sitios, así que dicho nombre sólo trajo confusión.
Ubicado en la planta alta de una hermosa y muy vieja casona típica xalapeña, en el corazón del barrio de Techacapán, el mismo donde vivía Camerina Rabasa, la protagonista de la magistral novela corta de Sergio Galindo, Polvos de Arroz; el Bar de Poesía le parecía a algunos transeúntes una tradicional cantina mexicana, a otros, un sitio de los que tienen muchachas, y a otros más un remedo de antro.
Algunas madres espantadas por el nombre no dejaban ir a sus hijos menores de edad; los aficionados al futbol no encontraban las grandes pantallas para mirar los partidos importantes, de modo que se iban decepcionados; los asiduos a la bebida no se hallaban cómodos para ponerse a beber entre amantes de la literatura y lectores de poesía.
El nombre se convertía rápidamente en condena. Pero uno a uno, fueron llegando los poetas: Maliyel Beverido, Irving Ramírez, María Rivera, Miguel Molina, Jorge Arturo Rodríguez, Roberto Cuevas y hasta el gran Efraín Bartolomé. Atraídos, ellos sí, además de por el nombre, por la convocatoria poderosa de la poesía. Así se apersonaron para compartir sus creaciones y para bautizarlo como santuario poético.
En dieciocho meses, se han presentado en este espacio libros, poetas, músicos, pintores, fotógrafos, cuentacuentos, maestros de literatura, clubes de lectura y, desde luego, muchos lectores de poesía. Pero la cultura no es negocio y ahí no se cobra un solo centavo a los artistas, ni a nadie, por usar el espacio. Debido a los magros ingresos de los artistas, sería injusto mermarlos aún más con alguna comisión. El espacio se sostiene de los consumos de los parroquianos pero, paradójicamente, el poder adquisitivo del público ávido de arte es bajo. Se trata casi siempre de jóvenes universitarios, maestros, trabajadores con ingresos modestos o amas de casa. Además el aforo no es tan grande.
Por esa razón este esfuerzo se ha vuelto múltiple y diverso; para sostener el espacio se ofrecen servicios de coffe break y brindis a domicilio o en las propias instalaciones; se cuenta con una página de internet dedicada a la cultura, de nombre www.Culturesencia.com, pero con todo no alcanza, porque casi nadie está interesado en invertir en la cultura, ni en proyectos de este tipo. Lo que empeora por la situación económica que ha llevado a la quiebra a un buen número de negocios de todos los giros. Y no porque esta apuesta sea en favor de la cultura es vista y tratada distinto a cualquier otro giro comercial, sin mayores consideraciones.
Recientemente, en el empeño de no desaparecer, se hizo un llamado comunitario al presidente municipal de Xalapa, Américo Zúñiga Martínez, quien respondió, por suerte, comprometiéndose a apoyarlo y hacerlo sede alterna de las muchas actividades que el municipio organiza en su área cultural. Los artistas, creadores y, sobre todo, los poetas consideran que no se trata de un beneficio particular, sino colectivo. Recordaron que en los muchos años que llevan como exponentes del arte, han comprobado que la cultura no es negocio y que, cuando alguien abre un espacio así, lo hace por absoluta vocación y convicción del bienestar común.
La comunidad xalapeña ha sido generosa al decidir que este espacio siga. Algunos apoyarán compartiendo su arte sobre el escenario, otros colgándolo en sus paredes, otros yendo a consumir, unos más recomendando el sitio y difundiendo su nobleza. El Bar de Poesía no es más de una familia o de una persona; es de una ciudad: es de Xalapa. Y entre todos le han dado vida.

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