miércoles, 8 de octubre de 2014

Confirman salud mental afectada de periodistas mexicanos

Miradas de Reportero
Rogelio Hernández López


Para ser periodista en México hay que estar medio loco o dispuesto al desequilibrio mental-- bromeamos entre nosotros, como justificación para continuar en esta profesión a pesar de la baja permanencia en los empleos, de los magros salarios en promedio, de la escasez de prestaciones, del bajo reconocimiento de la gente a nuestro trabajo, del acoso y presiones de políticos y de los elevados riesgos a la integridad física.
Esa especie de conclusión empírica de muchos periodistas ya tiene su primera confirmación científica en México: una importante proporciónde periodistas muestra desordenes de personalidad por estrés postraumático, depresión y ansiedad, especialmente “quienes trabajan en escenarios de violencia y barbarie”.
Este fenómeno, ya rebasó nuestras bromas y sospechas. Es un asunto demasiado serio, porque  tiende a convertirse “en un problema social y de salud pública de elevadas proporciones”, advierten los investigadores Rogelio Flores Morales, Verónica Reyes Pérez y Lucy María Reidl Martínez en su artículo de investigación científica “El impacto psicológico de la guerra contra el narcotráfico en periodistas mexicanos” aceptado para su difusión el 12 de marzo de 2014 (Revista Colombiana de Psicología, 23(1), 177-193).
LOS ANALIZADOS
Los investigadores invitaron a 938 periodistas, hombre y mujeres, a participar en la aplicación de cuestionarios sobre su salud mental. Y la primera sorpresa fue que el 85 por ciento de colegas rechazaron participar.
Este rechazo lo explican así: “…Los individuos afectados por un trauma son desconfiados, con regularidad sospechan de las motivaciones de los demás y se sienten sumamente inseguros ante cualquier circunstancia desconocida… la baja participación podría estar indicando -paradójicamente- la presencia de un fuerte impacto psicológico en áreas no medidas en esta investigación, como la confianza, el control y la seguridad”. Y lo que hallaron parece confirmarlo.
“En el estudio si participaron 140 periodistas mexicanos con un promedio de edad de 36 años (53.4% hombres y 46.6% mujeres) que trabajan en 23 de las 32 entidades del país, 43.5% del centro 34.3% del norte, 11.5% en el sur y 10.7% del bajío. Los del norte laboran en cinco estados con mayor índice de muertes violentas (Chihuahua, Guerrero, Sinaloa, Nuevo León y Tamaulipas).
“De los periodistas participantes, 77.1% fueron reporteros y 22.9% fotógrafos. Este último grupo, conformado por 32 periodistas, realizaba cotidianamente su labor periodística en situaciones de extrema violencia, como enfrentamientos armados, matanzas, decapitaciones, desollamientos, desapariciones forzadas, secuestros, etc. El 54.2% de los periodistas trabajaba para medios impresos (periódicos y/o revistas), el 16.4% para medios electrónicos (televisión, radio y/o internet) y el 29.4% combinaba ambos (impresos y electrónicos)”.
LOS SINTOMAS
Estrés postraumático. Lo padecerían 40 de cada 100 periodistas y más de 50 % entre gráficos. Los indicadores de la muestra revelaron una prevalencia de 33.9% en la muestra total. Más alta (41.1%) en el grupo de reporteros que cubre noticias de narcotráfico  y sensiblemente más baja (19.4%) en los que trabajan en otras fuentes. Pero los indicadores se disparan en fotógrafos (54.2%).
Ansiedad. “La prevalencia de síntomas en la muestra global de periodistas también fue muy elevada (69.9%)”. Y entre los que cubren narcotráfico fue de (77%).
Depresión. 32 de cada 100 están afectados y más de 42 por ciento de los reporteros de narcotráfico. “Utilizando los rangos estandarizados para la población mexicana, 29.4% de los periodistas presentaron síntomas depresivos moderados y 3.7% severos; (pero fue de) 37% de los que cubren narcotráfico con niveles moderados y 5.5% severos. Las mujeres sí mostraron síntomas depresivos significativamente más elevados que los hombres”.
Consumo de alcohol.  “Aunque los niveles en el consumo no son altos (23.6% de la muestra total) llama particularmente la atención que en este estudio no se estableciera alguna correlación entre la sintomatología postraumática y el consumo de alcohol, lo cual difiere notablemente con lo obtenido en otros estudios (Evans & Sullivan, 1995; Kofoed, Friedman, & Peck, 1993).
Dependencia a la nicotina.  Los indicadores fueron los más bajos de todas las categorías. Solo 8.3% de la muestra total se ubicó en niveles de dependencia moderada, fuerte o muy fuerte. Estos datos echan parcialmente abajo la idea generalizada de que en el gremio periodístico los niveles de consumo de cigarro son significativamente altos.
Los investigadores concluyen con un mensaje a “las empresas de comunicación y el propio Estado mexicano para que asuman su responsabilidad moral, ética, laboral y legal, con el fin de proteger la integridad física y psicológica de los periodistas que trabajan y arriesgan su vida en las zonas de conflicto”. El fenómeno tiende a crecer como asunto de salud pública.
CONOZCO MUCHOS ASÍ
Y, por la experiencia yo les completo a los investigadores: Estoy seguro que mayoría de quienes si respondieron a su estudio, son reporteros y que siguen trabajando como tal. Conozco cientos de mujeres y hombres maltratados profesionalmente por sus empresas y por terceros (debe ser la mayoría) o corrompidos, agredidos, acosados (que son cientos) a quienes por alto riesgo han tenido que abandonar abruptamente su trabajo, su hogar, sus círculos de amistad, quienes por momentos muestran desconcierto o extremas debilidades de conducta. Pero la generalidad persiste en continuar en el periodismo.
Llevo muchos años tratando de entender a mujeres y hombres periodistas de México y puedo sostener que los motores que impulsan a la mayoría, están en el contacto diario con los nuevos fenómenos de la realidad, su transformación en noticia y la posibilidad de corregir anomalías sociales y políticas. Ser reportero --dice Humberto Musacchio--, significa estar en el primer lugar en la escala de todos los periodistas. Y, agrego yo, también padecer afectaciones severas en la  salud mental.
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* Rogelio Hernández López es reportero desde 1977. Coordinador del Programa de Protección a Periodistas de la Casa de los Derechos de Periodistas; integrante del Consejo Consultivo del Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas de la Secretaría de Gobernación; miembro de los Consejos Editoriales de varias publicaciones.

Ceda el paso y sea feliz

Sin tacto
Sergio González Levet

No me canso de repetirlo a quien se me deje, y no me canso de repetirlo en este espacio: si quiere vivir mejor en esta ciudad incomprensible, ceda el paso y sea feliz.
Por eso es que digo: enfangado en el inefable tráfico xalapeño, entre claxonazos y empujones de metal, pude advertir cómo, de vehículo a vehículo, muchos conductores y sus acompañantes se entrecruzaban mentaditas y mentadotas de madre con sus vecinos de desgracia y de carril.
El paso por las calles citadinas se ha convertido en una oda al derrame biliar, en una endecha al estrés, en un ditirambo al revés que sufren y padecen todos los ciudadanos metidos en esa trampa que se llama calle, en nuestra sufrida y sufriente capital de Veracruz.
Y decía al principio lo de la reacción y lo de la parte buena porque en medio de la ensoñación en la que se cae sin remedio durante los largos minutos de la espera, entre un frenazo y el acelere con el que los más optimistas piensan que avanzan y que se les permitirá llegar en tiempo y forma a donde vayan; en esos largos minutos, decía, se me ocurrió la idea brillante de que uno se enoja porque quiere, que todo es cosa de actitud y de tomar las cosas con filosofía.
Y como es cosa de filosofía, se me ocurrieron seis premisas que aquí pongo a consideración del respetable:
La primera es recordar que no hay manera de viajar rápido en las rúas xalapeñas. La lentitud es inevitable en una ciudad con el doble o el triple de los vehículos que puede soportar.
La segunda, que el tránsito tortuoso de nuestra ciudad lo hacemos peor cuando todos queremos pasar primero y antes que nadie. Y a ello hay que aumentarle el gancho al hígado repetido que significa andarse peleando por un quítame esas pajas o porque el otro ya se quiere avilonear nuestro carril o porque alguien se estacionó en doble fila o porque….
La tercera, que los agentes de vialidad no sirven para nada, más que para elevar los niveles de estrés con sus silbatazos y sus incapacidades.
La cuarta, que los compañeros taxistas no tienen remedio, igual que sus congéneres de los camiones urbanos, y es perder el tiempo tratar de hacer que comprendan algo.
La quinta es que podríamos aprovechar el ocio para aprender alguna nueva habilidad que se deje, como oratoria y declamación, algún idioma, o memorizar las tablas de multiplicar al revés y al derecho o el directorio telefónico de la ciudad de México. En verdad que da tiempo para eso.
La sexta premisa es que si uno deja de pelear por ganar lugares y se resigna a que se va a tardar mucho tiempo en ir de una parte a otra, finalmente va a llegar en el mismo tiempo que si se pelea contra el mundo de los otros conductores, pero eso sí, llegará con la vesícula intacta y en una de ésas hasta con una sonrisa en la boca.
Por eso le recomiendo, si me permite:
Ceda el paso… y sea feliz.
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